El más destacado cartelista español de todos los tiempos fue el valenciano Josep Renau (1907-1982). Si bien con el franquismo todo lo vinculado a su figura fue sepultado durante décadas, cuando empezó a despertar interés, hacia el final de su vida, se fue comprobando que la dimensión de su obra era inmensa.
Fue un icono del cartelismo republicano muy politizado, también fue un alto cargo en el ministerio de Cultura, donde tomó la decisión de sacar el patrimonio del Museo del Prado para protegerlo durante los bombardeos franquistas sobre Madrid y de encargar a Picasso el ‘Guernica’. Esas son solo algunas de las muescas en su agitada biografía.
Su obra estuvo marcada por su ferviente militancia política que le llevó a exiliarse tras la Guerra Civil, primero en México y, más tarde, en Alemania Oriental. Pero empecemos por el principio.
El hijo de Josep Renau Montero, profesor de dibujo y restaurador, empezó pronto, a los trece años, en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Compaginó sus estudios con un trabajo en la litografía Ortega hasta graduarse en 1927. Con 18 años ganó su primer concurso de carteles, ámbito en el que destacó excepcionalmente años más tarde. Con solo veinte, realizó su primera exposición de pintura en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Su llegada al cartelismo se produjo a través de la estética del fotomontaje, que descubrió tanto en la obra de John Heartfield como en la de Raoul Asuman. Ambas estaban vinculadas al dadaísmo centroeuropeo, lo que sitúa a Renau en el impulso vanguardista y antiburgués de principios de siglo.
Durante la década de los años veinte comenzaba a darse un uso masivo del cartel publicitario en España. Con el tímido despegue industrial durante la dictadura del general Primo de Rivera, y favorecido por la coyuntura de neutralidad en la Gran Guerra. Se sentaron entonces las bases de una economía de consumo, lo que supuso la entrada masiva de las técnicas de publicidad en nuestro país.
Buena parte del trabajo cinematográfico de Renau estuvo ligado al de los grandes éxitos de la productora valenciana Cifesa, como La hermana San Sulpicio (1934), Rumbo al Cairo (1935) o La verbena de la paloma (1935). También formaron parte de sus mejores trabajos carteles de films extranjeros estrenados en España durante la década de los treinta como Y el mundo marcha (King Vidor, 1928) o Éxtasis (Gustav Machaty, 1932).
Josep Renau creó una gran cantidad de carteles e inició, en esta etapa española, un característico lenguaje propio, revelándose como un excelente comunicador. En sus colaboraciones en revistas, Renau destacó por sus fotomontajes donde empleaba el color y collages de textos y fotos, provocando un gran impacto visual y social.
Renau transformó la temática costumbrista en una modernidad cosmopolita, donde elegantes dandis y sofisticadas jóvenes desafiaban las rígidas normas de conducta propias del momento.
Además de todo eso fue, también, profesor de Bellas Artes en la Universidad de Valencia hasta su nombramiento, en 1936, como Director General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura. Renau continuó trabajando durante la Guerra Civil como cartelista. Sus obras de esa época, además de ser obviamente muy políticas, estuvieron influidas estéticamente por el estilo gráfico soviético y el constructivismo ruso.
Tras la Guerra Civil y su paso por el campo de concentración francés de Argelès-sur-Mer, Josep Renau se exilió en México, donde permaneció hasta que, en 1958, viajó otra vez a Europa y comenzó su vida en Berlín Este.
Su producción artística, vista en perspectiva, atravesó varias etapas, desde los carteles de imágenes festivas y de promoción turística de la Valencia de los años 20 y 30, y también los cinematográficos; pasando por los carteles políticos y bélicos realizados durante la Segunda República; para concluir con los encargos de productoras de cine, sobre todo alimenticios, con los que el artista pudo ganarse la vida durante el exilio. En su etapa alemana retomaría su vertiente artística más concienciada.
Antes de morir, fue crucial su mediación para que el cuadro del Guernica, convertido ya en un símbolo internacional, se trajera a España en septiembre de 1981 para ser colgado en una de las salas del Museo Reina Sofía de Madrid.
Tras la muerte de Josep Renau en Berlín, en 1982, sus fondos fueron legados al IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), que es la institución que custodia, a día de hoy, su magnífico legado. Con el año de la Capitalidad Mundial del Diseño, se organizó la exposición Josep Renau i el temps de les imatges, formada con gran parte de los fondos del archivo personal que el diseñador Iban Ramón tiene del cartelista.
El mural de Halle
Durante el largo exilio de Renau, tanto en México como en la Alemania Oriental, su obra como cartelista, muralista e ilustrador continuó disfrutando de una gran reputación, sobre todo en los círculos políticos e intelectuales que promovían la idea del arte como instrumento al servicio de la revolución social.
La irrupción de la nueva arquitectura socialista alemana y su vínculo con el muralismo al servicio del adoctrinamiento político supone un fenómeno histórico en el que destacaron nuevos proyectos urbanísticos como el de la ciudad de Erfurt o el de Halle-Neustadt, una ciudad modélica construida para los trabajadores de la industria química.
La ciudad alemana de Halle, en el estado federado de Sajonia-Anhalt, celebraba hace unos días, con un acto popular, la recuperación del mural Unidad de la clase obrera y fundación de la RDA (1974), del artista valenciano. La Fundación Wüsterot ha sido la responsable de la amplia restauración del mural llevada a cabo en colaboración con la ciudad entre mayo y diciembre de 2022.
El gran mosaico exterior, compuesto por más de once mil azulejos y con 36 metros de alto, fue restaurado por el equipo que ya se encargó de la recuperación del mural «El hombre, la naturaleza y la técnica», que en 2019 regresó a su ubicación original en la ciudad de Erfurt tras cuatro años de planificación y trabajos de restauración.
Los murales de Josep Renau figuran entre las obras de arte, relacionadas con la construcción, más destacadas de la RDA y sólo se conservan en Alemania en Halle y Erfurt.