Antonio Machado y Villa Amparo: se canta lo que se pierde

2 agosto 2022

por | 2 agosto 2022

Se canta lo que se pierde. Se lo decía Antonio Machado a su amada Guiomar, pero el poeta, muy sensible a los lugares, bien pudo dedicar la frase a las diferentes casas en las que vivió. Esos mundos ingrávidos y gentiles, como lo fue Villa Amparo, el sitio de Rocafort donde vivió dos años antes de partir al exilio, mientras Valencia fue capital de la República. Se canta lo que se pierde.

Antonio Machado nació en Sevilla pero, cuando tenía ocho años, se trasladó con su familia a vivir a Madrid, en plena crisis económica y sentimental por la derrota de Cuba. Los recuerdos de la casa familiar andaluza le acompañarían toda su vida. «Todo lo que soy, bueno o malo, se lo debo a ese recuerdo». «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero», escribió.

«Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el instituto y la universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico», contaba él mismo en Autobiografía.

Con 21 años, dedicado en cuerpo y alma a la vida bohemia, Machado ni había terminado el bachillerato ni había escrito un solo poema. La llegada de Rubén Darío a España fue importante para él, le hizo descubrir París, ciudad que visita y cuya sociedad culta le deslumbra. Allí toma contacto con la literatura de Verlaine, que será tan fundamental en su futura obra que, al volver a Madrid, le lleva a escribir sus primeros versos.

Frecuenta a Unamuno, Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, con los que mantiene una estrecha amistad. Termina el bachiller con venticuatro años y con un ideario republicano impregnado del espíritu humanista.

Machado obtiene, en 1908, la cátedra de francés para dar clases en un instituto en Soria, animado por Giner de los Ríos. En esa época se despierta en él una vena, muy crítica con la España profunda, dotada de una gran carga de conciencia social. «El hoy es malo, pero el mañana es mío». El poeta quiere irse de allí. «Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora». 

Se irá y lo hará recién casado con Leonor Izquierdo, él con 34 y ella con 15, camino de París, con una beca para estudiar filosofía con Bergson y Bédier. La alegría durará poco, en menos de un año su mujer enferma de tuberculosis y muere. «Después de mi desgracia he decidido consagrarme a la poesía», dijo.

Muy afectado, pide el traslado a Baeza, donde continúa impartiendo francés entre 1912 y 1919 y, posteriormente, se marcha a Segovia buscando la cercanía de Madrid.

Tras las penurias, Antonio Machado vivió una etapa de éxitos teatrales junto a su hermano Manuel, con piezas célebres como «La Lola se va a los puertos». Antonio Machado se adelantaría a Joyce y a Kafka con el uso de sus dos «alter ego», Abel Martín y Juan de Mairena.

En 1927 ingresa en la Real Academia y un año después conoce a la poetisa Pilar de Valderrama, la «Guiomar» de sus poemas, con la que mantiene relaciones secretas, platónicas o no tanto, durante años.

 

Antonio Machado y Villa Amparo: se canta lo que se pierde.

En el año 32, el mismo en que Machado consigue plaza para dar clases en Madrid hay un intento golpista en Sevilla. No podrá disfrutar mucho de su nuevo puesto. «Españolito que llegas al mundo, una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Se canta lo que se pierde.

Con el levantamiento militar del 36, Antonio Machado permanece, al principio, en la capital. Lorca, mientras, es ejecutado en Granada. «Ahí estaba la guerra, hecha de maldad y de rencor».

Poema de Machado a Lorca, del archivo de Rafael Solaz, expuesto en Villa Amparo (Rocafort).

El gobierno sale de Madrid, ciudad asediada por los golpistas, y se traslada a Valencia. El V Regimiento se encargaría de evacuar a los intelectuales más señalados del republicanismo. Machado se resiste al principio pero accede al traslado si lo hace con toda su familia: su madre, Ana Ruiz, sus hermanos y parejas y sus seis sobrinas. Es cuando, tras un breve paso por el desaparecido Palace Hotel en Valencia, en la calle de La Paz, llega a Villa Amparo, en la localidad de Rocafort, donde el poeta vivirá desde noviembre de 1936 hasta abril de 1938.

Villa Amparo

En este chalet neoclásico de principios del siglo XX, Antonio Machado, con sesenta envejecidos años y una salud endeble, recibió a intelectuales como León Felipe, Rafael Alberti, Max Aub, María Zambrano, Ramón Gaya, Octavio Paz o Neruda y viviría allí hasta tener que salir camino del exilio.

Zona de veraneo de la burguesía, con construcciones ricas que demuestran el poderío de sus habitantes, por las calles de Rocafort se pueden ver casas proyectadas por Cortina, Baeschlin o Goerlich, por citar solo algunos de los mejores arquitectos del momento. La riqueza patrimonial de uno de los pueblos más adinerados de España es valiosa.

Rocafort contaba con segundas residencias que fueron incautadas entonces para alojar diversas embajadas, como la de Estados Unidos o la de la Unión Soviética, situadas apenas a unos metros de distancia de Villa Amparo. Ésta última fue incautada a un próspero comerciante de hierro, Ramón Báguena, para vivienda temporal de los Machado. La propiedad consta de un chalé rodeado de jardines de árboles centenarios y de un indudable valor histórico y sentimental.

Antonio Machado y Villa Amparo: se canta lo que se pierde.

En su estancia en Villa Amparo, Antonio Machado demostró su compromiso con los valores republicanos: el poeta participó en el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, del que fue presidente de honor y desde donde lanzó un discurso, el 10 de julio de 1937, en el que defendió la importancia de la cultura bajo el título «El poeta y el pueblo».

Durante su vida valenciana, en una actividad febril, entregó su pluma a la causa republicana, colaboró en publicaciones como Hora de España, Mediodía, Ayuda... y recibió infinidad de visitas que dan cuenta del cariño que le tenía la gente.

La estancia en Rocafort acabó bruscamente, una tarde de abril de 1938 tuvieron que dejar la casa en “los angustiosos momentos de la guerra en que iba a quedar interceptado el camino entre Valencia y Barcelona”, según escribió José Machado. Evacuados a Barcelona, se hospedaron provisionalmente en el Hotel Majestic y, después, ocuparon la finca de Torre Castañer. El lujo del lugar contrastaba con las miserias de la guerra.

Antonio Machado murió en el destierro de Collioure (Francia), en febrero de 1939, tras salir desde Cataluña hacia Francia junto con miles de republicanos derrotados formando una inmensa y triste columna.

Tomás Gorría, comisario de la exposición sobre el poeta en Villa Amparo, mostrando una foto de Antonio Machado en la misma terraza donde está posando él.

Tras su parcial rehabilitación, la casa valenciana de Machado reabre sus puertas con una muestra sobre el escritor y con visitas guiadas los fines de semana a cargo de Tomás Gorría, comisario de la exposición «Machado en Rocafort». La casa de los poetas, como así se le quiere llamar a la villa en esta nueva etapa, tuvo su puesta de largo con el escritor y director del Instituto Cervantes Luis García Montero.

En la exposición de Villa Amparo se recuerdan los principales actos en los que intervino Antonio Machado mientras vivió en Rocafort: la lectura del poema «El crimen fue en Granada», en la entonces plaza de Emilio Castelar, dedicado al asesinato de Federico Garcia Lorca; su intervención en la conferencia de unificación de las Juventudes Socialistas y su participación en el II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura.

Antonio Machado y Villa Amparo: se canta lo que se pierde.

De todas las compras de edificios patrimoniales que está haciendo la Generalitat Valenciana, algunas bastante cuestionables, esta es una de las que más sentido tiene. Un sentido histórico, artístico y patrimonial valorado en 1,4 millones de euros. Aunque la programación cultural prevista para este lugar es todavía una incógnita.

«El proyecto cultural que surja de Villa Amparo no debería desestimar las implicaciones entre la creación literaria y el activismo social o sus implicaciones políticas, estas deberían convertirse en uno de los ejes del contenido de las propuestas de trabajo que surjan del proyecto«, apuntaba Tomás Gorría en referencia al futuro contenido cultural de la Villa.

Antonio Machado y Villa Amparo: se canta lo que se pierde.

Machado publicó un total de 26 artículos en el diario La Vanguardia, que en aquella época era el órgano de expresión de la Segunda República y contaba con las firmas de los intelectuales fieles al gobierno de la nación.

Gracias a la casa, Rocafort forma parte de la red de ciudades machadianas, una asociación sin ánimo de lucro en la que se integran los lugares vinculados a la vida o la obra de Antonio Machado. Esta red la forman Baeza, Barcelona, Collioure, Rocafort, Madrid, Segovia, Sevilla y Soria.

La exposición que se puede ver en las distintas dependencias de la villa, con suelos de Nolla perfectamente conservados, está formada por fotografías, libros, carteles y poemas. También cuenta con una maqueta que reproduce el inmueble con todo lujo de detalles. La vivienda ocupa toda una planta, distribuida como antaño. La parte a pie de jardín alberga dos estancias habilitadas con asientos y pantallas con proyectores para poder acoger actos culturales de forma accesible.

La silueta que representa al poeta está inspirada en la viñeta dibujada por Ramón Gaya y publicada en la revista Hora de España, en 1937.

En Villa Amparo, Antonio Machado escribiría incansablemente, sobre todo de madrugada y con la casa en silencio.

Una de las habitaciones de la casa recrea el espacio de escritura del poeta, donde seguramente nacería «Amanecer en Valencia». Se canta lo que se pierde.

«Estas rachas de marzo, en los desvanes
–hacia la mar– del tiempo; la paloma
de pluma tornasol, los tulipanes
gigantes del jardín, y el sol que asoma,
bola de fuego entre dorada bruma,
a iluminar la tierra valentina…

¡Hervor de leche y plata, añil y espuma,
y velas blancas en la mar latina!
Valencia de fecundas primaveras,
de floridas almunias y arrozales,
feliz quiero cantarte, como eras,
domando a un ancho río en tus canales,
al dios marino con tus albuferas,
al centauro de amor con tus rosales».

La visita, con entrada libre y sin reserva, se puede hacer el sábado, de 12 a 14 horas, y el domingo, de 11 a 14 horas.
Fotografía: Eduardo Manzana. Producción: Carmen Lodeiro.

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