Arquitectura con neuronas

26 enero 2024

por | 26 enero 2024

La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedades. Lo dice la OMS. En ese bienestar se tienen en cuenta muchos factores pero lo que está comprobado es que los cambios en el entorno, cambian el cerebro y, por tanto, modifican el comportamiento.

Esto último lo ha explicado Carmen Llinares, doctora en el Laboratorio de Neuroarquitectura de la Universitat Politècnica de València, durante la apertura del primer congreso nacional de esta disciplina, que ha congregado a un buen número de expertos para poner en claro qué es y qué no es neuroarquitectura y cómo aplicarla a nuestras casas y nuestras ciudades.

La vicerrectora de Desarrollo Sostenible de la UPV, Débora Domingo, ha inaugurado oficialmente el congreso en un acto en el que también ha estado la secretaria autonómica de Universidades, Esther Gómez.

El aforo del Auditori del Cub Blau de la UPV se llenó de profesionales para asistir a la celebración del primer congreso nacional de esta disciplina.

En realidad, hacia la mitad del siglo pasado se sentaron las bases de lo que iba a ser esta disciplina en una historia en la que coincidieron el virólogo Jonas Salk, descubridor de la vacuna de la polio, y el arquitecto Louis Khan. En un momento de bloqueo mental, el científico viajó a Italia y se alojó en un antiguo monasterio del siglo XIII en Asís, un enclave maravilloso lleno de paz y de armonía. Allí se despejó y, al poco tiempo de regresar a su laboratorio en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh (EEUU), concluyó con éxito su investigación contra la enfermedad de la poliomielitis.

Salk siempre estuvo convencido de que la arquitectura y el diseño de aquel idílico lugar italiano había sido determinante para sus neuronas. Tan convencido estaba que se asoció con el arquitecto Louis Khan y juntos se embarcaron en la creación del Instituto Salk, actualmente, un referente internacional en espacios neuroarquitectónicos.

Aquella fue la semilla de lo que sería la Academia de la Neurociencia para la Arquitectura (ANFA), en San Diego, creada en 2003, y cuyo presidente, David Kirsh, también ha intervenido en el encuentro organizado en Valencia que ha reunido a investigadores, profesionales y administraciones públicas y privadas para reflexionar sobre la relación entre los espacios arquitectónicos, la neurociencia, las emociones y la salud de las personas.

La Academia de la Neurociencia para la Arquitectura (ANFA), ha estado presente en el congreso a través de una intervención de su presidente, David Kirsh.

«Este congreso es una oportunidad única para aprender los fundamentos de la neuroarquitectura, sus herramientas, aplicaciones y posibilidades, así como para conocer a los principales científicos y expertos que trabajan en este ámbito en nuestro país”, ha explicado Carmen Llinares, directora del congreso y fundadora del Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV.

Carmen Llinares, directora del I Congreso Nacional de Neuroarquitectura, y Juan Luis Higuera-Trujillo, también investigador del Laboratorio de Neuroarquitectura Universitat Politècnica de València.

Tras explicar, por parte de Llinares y de su colega en el laboratorio, el arquitecto Juan Luis Higuera-Trujillo, qué es y qué no es neuroarquitectura, cómo se desarrolla un estudio de esta disciplina y cuáles son las principales herramientas, se ha pasado a concretar la aplicación de la neuroarquitectura a nivel profesional.

Para hablar de la reducción del estrés mediante esta disciplina han desfilado por el estrado del I Congreso de Neuroarquitectura (NAQ) especialistas como Cristina Vert (consultora del Departamento de Medio Ambiente de la OMS), Juan Luis Higuera-Trujillo (Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV), o Carlos Gómez (ingeniero bioquímico de la Universidad de Valladolid), entre otros, y han hablado de cómo el sonido, la iluminación, el color, los olores y la naturaleza contribuyen a reducir los niveles de ansiedad.

En los hospitales, por ejemplo, el uso de sonidos naturales y de terapias musicales han dado resultados de disminución del estrés (traducidos, por ejemplo, en el menor uso de morfina de los enfermos). Aunque no se consideran estudios concluyentes, ya que tienen que circunscribirse a las circunstancias concretas de los estudios, sí que permiten valorarlos positivamente. Al igual que la luz natural baja el estrés, da satisfacción laboral y relaja, hay olores, como el de la lavanda, la menta o la naranja, que también influyen en la mejora de los niveles de ansiedad.

En un momento en el que los ciudadanos valoran cada vez más la presencia de arbolado en las calles que habitan, los investigadores confirman, con estudios en la mano, que la naturaleza promueve emociones positivas. Incluidas, aunque no lo pensáramos, las plantas artificiales y las imágenes simuladas que nos ponemos en las pantallas del ordenador. Todo lo verde reduce el estrés.

Un 23% de las muertes se debe a motivos de mala salud medioambiental, como ha explicado Cristina Vert, quien ha destacado que la relación entre la salud y los espacios verdes (arbolado, jardines verticales, huertos urbanos) y azules (mares, ríos, lagos, playas o fuentes ornamentales de las ciudades) es muy estrecha. Los espacios verdes y azules favorecen la actividad física, con el beneficio que ello conlleva, mejoran el sistema inmunológico, disminuyen la contaminación y propician paseos en compañía. El estado de ánimo de las personas en lugares con vistas a espacios azules y verdes mejora siempre. También se ha hablado de la actividad neuronal de personas con daño cerebral cuando se les expone a un entorno multisensorial y de la reducción del estrés en una sala de urgencias pediátricas mediante la estimulación multisensorial adecuada.

De estudios sobre el estrés habló el doctor Miguel Ángel López-Gordo (de la Universidad de Granada); y también lo hicieron, por su parte, los arquitectos Antoni Montañana y Robi Barranco, del Laboratorio de Neuroarquitectura Universitat Politècnica de València. Los investigadores Nuria Castilla, Juan Serra y Robi Barranco centraron sus intervenciones en los estudios sobre los parámetros del diseño que inciden en las funciones cognitivas del ser humano.

La neuroarquitectura en espacios para la salud ha sido también el tema de la mesa redonda coordinada por la arquitecta Susana Iñarra (Laboratorio de Neuroarquitectura UPV), donde han participado Giovanna Jogger (International WELL Building Institute IWBI), Almudena Bustos (Sanitas), Sofía Sierra (Acciona) y Nuria Matarredona (Profesora de la ETSA UPV).

Por la tarde, los arquitectos Ignacio Acosta y Samuel Domínguez, del Grupo de Arquitectura, Patrimonio y Sostenibilidad: Acústica, Iluminación, Óptica y Energía de la Universidad de Sevilla, han centrado su intervención en los estímulos circadianos, la melatonina y el cortisol y su relación directa con la luz.

Ambos han explicado sus proyectos Carelight, aplicado en departamentos de intensivos de pediatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, «quién cuida a los cuidadores», y Chronolight, donde la iluminación biodinámica da un salto cualitativo importante en la imitación de la luz natural y, esto es muy novedoso, cumple la función de eliminar patógenos y bacterias resistentes a los antibióticos. Si la próxima pandemia va a ir de bacterias nos interesa a todos que estas investigaciones avancen.

Las sesiones vespertinas se han centrado en la mejora de las funciones cognitivas y de la salud mediante la neuroarquitectura, y el congreso ha concluido con una mesa redonda sobre la disciplina en los entornos residenciales y de trabajo, en la que han intervenido Soledat Berbegal (Actiu), Anna Ferrer (Cu4), J.M. González Romojaro (AEDAS Homes) e Íñigo Ortiz (Ortiz León Arquitectos), moderados por Susana Iñarra, y donde todos han concluido que el bienestar de los espacios de trabajo tiene un impacto directo en los resultados de las empresas.

El arquitecto Íñigo Ortiz ha destacado la importancia de este congreso, en tanto que la neurociencia supone una forma científica de validar las actuaciones que se han hecho hasta ahora de una forma más intuitiva.

La arquitecta Susana Iñarra, en la última ronda de preguntas, ha dejado en el aire la posibilidad de que exista una relación entre la presencia exponencial de la mujer en la arquitectura, de un tiempo a esta parte, con el aumento de esta vertiente de la disciplina que se centra en los cuidados, a lo que González Romojaro ha contestado tajantemente que no, pero no así el resto de componentes de la mesa redonda.

«Me gustaría responder que no, pero no soy capaz», ha afirmado Anna Ferrer, quien ha señalado que hay estudios que hablan de las diferentes prioridades en las preocupaciones de hombres y mujeres a la hora de diseñar arquitecturas, donde la faceta ‘cuidadora’ es mayoritariamente femenina. Soledat Berbegal, de la firma de mobiliario Actiu, ha apuntado que en su fábrica ha habido cambios notables en la organización de los espacios de trabajo cuando la encargada ha sido una mujer (y no así los 25 años anteriores cuando el encargado era un hombre); cambios que apuntan a la idea de cuidar y de favorecer el bienestar de los trabajadores en su espacio diario.

Ante la depresión, la ansiedad y el estrés que nos acechan, apostemos por una disciplina que resulta apasionante, además de muy útil, para comprender cómo actúan la arquitectura y los espacios en nuestros cerebros. El reto de todo esto es hacer que la vida diaria se desarrolle en un entorno saludable. Y cuanto más sepamos, mejor. Larga vida a la neuroarquitectura.

Fotografías: Eduardo Manzana. Colaboración entre NAQ y Flat Magazine.

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