Le precedieron movimientos populares con final feliz como «El Saler per al poble» o «El Riu és nostre i el volem verd» y el detonante que impulsó su creación fue la concesión de la licencia urbanística, en 1995, para que un empresario hotelero construyera tres torres de más de veinte alturas junto a árboles centenarios y colecciones científicas cuyo origen se remontaba al siglo XVIII: en oposición a todo eso nacía en Valencia la plataforma ciudadana «Salvem el Botànic». De «Salvem el Botànic» a la supermanzana verde: el poder de la gente lo logró. Pero hagamos un poco de necesaria cronología.
El primer proyecto para edificar en el llamado «solar de Jesuitas» hay que buscarlo en 1970, cuando la orden religiosa era la propietaria y ya pretendía levantar edificios y una zona comercial en suelo escolar. La venta de esos polémicos terrenos a un grupo hotelero, diversos cambios en los planes urbanísticos, rifirrafes políticos entre instituciones, con dimisión del alcalde Ricard Pérez Casado incluida, e infinitas reformulaciones de las posibles edificaciones resumen la agitada historia, en los últimos cincuenta años, de esta estratégica esquina de la ciudad junto a la Gran Vía Fernando el Católico y el Jardín del Turia.
La firme contestación social surgida con «Salvem el Botànic», generalmente culta e inasequible al desaliento pese a luchar contra gigantes, se sostuvo durante décadas con acciones, manifestaciones y trámites judiciales para intentar salvaguardar un espacio muy valioso que estaba en serio peligro.
El empresario hotelero, Antoni Mestre, ganó, sin embargo, todos los pulsos judiciales tanto en el TSJ como en el Tribunal Supremo, pero la declaración del Jardín Botánico como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2006 iba a complicar cualquier construcción en el entorno y abocaba a las partes a alcanzar, sí o sí, un acuerdo.
En 2013 llegaba la negociación: a cambio del solar de Jesuitas se le cedía, al promotor, el suelo municipal de la avenida de Aragón donde estaba el «nuevo» Ayuntamiento que, ya en desuso, se derribaba. Rita Barberá, con esta permuta, que ya no ejecutaría ella sino el gobierno de Joan Ribó en la siguiente legislatura, se deshacía, de paso, de un edificio legado de la época de Pérez Casado que no le servía; por su parte, el promotor hotelero, tras años de pleitos, se quedaba con un terreno bastante más valioso que el original, en términos constructivos.
Con el desbloqueo real, llevado a cabo en 2017, «Salvem el Botànic», conseguía, por fin, su propósito: que los terrenos junto al jardín pasaran a manos municipales y fueran calificados como zona verde. La plataforma ciudadana se disolvía con el objetivo cumplido. El poder de la gente, que cantaba Patti Smith, ganaba la batalla pese a todo el desgaste y las pérdidas sufridas en el viaje.
Llegamos a la actualidad. Un equipo multidisciplinar formado por siete profesionales y encabezado por el arquitecto Carmel Gradolí, activista orgulloso de aquel «Salvem el Botànic», gana el concurso para materializar aquellos anhelos de ciudad en un espacio real, al que han llamado «Bardissa»(seto en valenciano). Inspirado en el documento «Ideas para una oportunidad», de 1999, el proyecto ganador está dedicado a la huerta y llevará el nombre de la activista e historiadora Trini Simó. Este jardín será un jardín pero, desde luego, también será todo un símbolo.
Visitamos los terrenos, ubicados junto al colegio de Jesuitas, entre la Gran Vía y el Botànic, con quienes lo van a convertir en una zona verde: Carmel Gradolí, la arquitecta Lara Llop, el arquitecto y paisajista Marcel Cumplido, el arquitecto Álex Martínez, el arquitecto técnico Rafael Duet y la arboricultora Marta Muñoz. La arqueóloga Paloma Berrocal no pudo acudir a la cita porque se encontraba de viaje. De «Salvem el Botànic» a la supermanzana verde: el poder de la gente.
Este proyecto, además de convertir un solar abandonado en un espacio urbano verde, es la materialización de las demandas ciudadanas que simbolizó “Salvem el Botànic” durante años. ¿Qué significa para vosotros poder ejecutarlo?
Carmel Gradolí: Los terrenos de Jesuitas no son un “solar” propiamente dicho, aunque todavía haya quien se refiera así a ellos y, durante demasiado tiempo, la Administración haya tratado de considerarlos como tal. Son unos terrenos tradicionalmente libres de edificación, primero huertas y luego el patio de juegos del colegio de Jesuitas, que formaban parte del frente histórico de Valencia sobre el Turia y que, de hecho, terminaban su frente tradicional edificado.
Esa evidencia, que la ciudadanía supo ver y defender, se concreta ahora, tras su rescate, en el comienzo del proceso para su definitivo ajardinamiento.
Somos conscientes, pues, de la responsabilidad que implica responder con nuestro trabajo a una demanda ciudadana mantenida, con la dedicación de miles de personas, durante muchos años. Y esperamos responder a esa voluntad ciudadana con el mejor trabajo que seamos capaces de realizar.
Se está volviendo, de un tiempo a esta parte, al concepto de las supermanzanas en las ciudades. Y esta será, además, la primera gran manzana verde en Valencia. ¿Creéis que será el principio de un nuevo planteamiento de ciudad o que se quedará en una buena iniciativa pero puntual?
Marcel Cumplido: La propuesta nace justamente de entender el conjunto Botànic – Hespèrides – Jesuïtes como un sistema y por tanto como una gran manzana, pero algo diferente del concepto de supermanzana que hoy en día se está instalando en algunas ciudades. El modelo de supermanzana está más relacionado con la redistribución de la movilidad rodada y, nuestra manzana, se relaciona con los usos que se dan.
Nos gustaba la referencia de La Isla de los Museos de Berlín, en nuestro caso una manzana dedicada a la botánica. Ahora bien, que este modelo de supermanzana perdure va a depender de todos los agentes que intervienen en la formación y gestión de la ciudad, entre ellos políticos.
Aún así, no es el único modelo que se está trabajando sobre las ciudades, que reformula el modelo actual del entorno en el que vivimos. La crisis ambiental ha obligado a repensar nuestros entornos desde múltiples puntos de vista.
Todo esto evidencia una necesidad de reconquista de la ciudad, de su espacio público y una exigencia de que este sea de calidad, y que además reúna las condiciones aptas para la vida.
¿Este proyecto responde a los desafíos ambientales, sociales y económicos que afronta la ciudad?
Marcel Cumplido: Sobretodo ambientales. Es una evidencia la necesidad de naturaleza en las ciudades y su déficit actual. Que este lugar pase a ser un jardín, una zona verde, un espacio para todas las personas, en sí mismo ya es un éxito. Cada día se demuestran más beneficios para la salud de las personas que aportan las zonas verdes en las ciudades.
El objetivo de la supermanzana es el de pacificar las calles, reducir el ruido de la ciudad y dar más espacio al peatón. Sin embargo, una de las principales críticas hacia este modelo es, según sus detractores, que su aplicación aumenta la acumulación de vehículos en otras calles, supone un problema para el aparcamiento del vehículo privado y reduce el número de visitantes en el barrio en cuestión. ¿Qué opináis?
Marcel Cumplido: Es cierto que el modelo concentra el tráfico en menos calles para liberar otras del tráfico y permitir la ocupación por parte de la ciudadanía. Es la moneda de cambio. Aun así, la tendencia es a minimizar el uso del coche en la ciudad y, por tanto, reducir el número de coches en las calles.
Sobre la reducción del número de visitantes, ya no lo tengo tan claro. Nuestra experiencia nos dice que cuando intervienes en un espacio público para mejorar las condiciones de la ciudadanía (la peatonalización de una calle, el diseño de una plaza, … ) pasa justamente lo contrario, acaba siendo un reclamo y terminas luchando para que no se inicie un proceso de gentrificación.
Volviendo a Bardissa, ¿Cómo os repartís el trabajo de este proyecto y qué plazos hay para llevarlo a cabo? ¿Cuándo será una realidad?
Carmel Gradolí: En el equipo de trabajo hay perfiles diversos: cuatro Arquitect@s, un Arquitecto Técnico, una Arqueóloga y una Ingeniera Técnica Agrícola. Es pues un equipo interdisciplinar que tiene capacidad para resolver los distintos aspectos del trabajo: arquitectura, paisaje, biodiversidad, sostenibilidad, clima, accesibilidad inclusiva…
En cuanto a los plazos, acabamos de firmar el contrato con el Ayuntamiento y, si no hay imprevistos, el proyecto debería estar redactado dentro de ocho meses. Después, lo que se tarde en contratar la obra y, claro, su ejecución.
¿Cómo conviven en vuestro proyecto, si es que lo hacen, sitios como el Botànic, el Jardín del Turia o el de Las Hespérides? El proyecto Bardissa no es solo un jardín, es una reconexión entre esos elementos patrimoniales …
Marcel Cumplido: El proyecto reconstruye en este punto la imagen tradicional del frente urbano de la ciudad antigua. Si observas las fotografías antiguas y planos históricos, se aprecia que en este punto era el arbolado el que generaba la fachada de la ciudad al río.
En este sentido, nos ofreció la oportunidad de proponer una canopia potente que ejerciera ciertas funciones ecológicas conectando, a través de las copas de los arboles, la canopia del Botanico con el Jardín del Turia. Además, este arbolado nos sirve de defensa o barrera contra el ruido de la Gran Vía y de la marginal del río, donde el tráfico es muy intenso.
Que el jardín se llame Trini Simó, ¿es un acto de justicia poética?
Carmel Gradolí: No. De hecho, creo que a Trini le hubiese chirriado ese concepto… Es más bien una acertada decisión política. El rescate de los terrenos y su destino final se deben a la lucha ciudadana constante e inteligente de muchísimas personas, Trini entre ellas. Ponerle su nombre al jardín lo entiendo pues como un homenaje a la ciudadanía consciente y activa. La que, en general, más molesta al poder, vamos.
Dicho esto, quiero incidir en el acierto que para mí es recordar a Trini con un jardín rescatado por la ciudadanía. Ella, a la que tuve la suerte de tener como profesora, siempre destacó, además de como feminista, como defensora de la biodiversidad a todos los niveles, participando en numerosas reivindicaciones ciudadanas.
Además, junto a Carles Dolç, fue promotora de las históricas conferencias que se dieron en el Centro Cultural Bancaja a finales de los 90, gracias a las cuales muchas personas pudimos entender que había otras formas de hacer arquitectura y ciudad mucho más respetuosas con el medio ambiente, que la ecología no estaba sólo en la Albufera o las montañas, sino que, sobre todo, se debía defender en las ciudades, que, al fin y al cabo, son las mayores consumidoras de recursos y emisoras de residuos.
Según el proyecto, se contempla también una recuperación arqueológica y de restos de edificaciones del colegio de los Jesuitas…
Carmel Gradolí: Lo cierto es que no es así. El proyecto se realiza en una zona de vigilancia arqueológica y, por ello, se realiza un trabajo arqueológico previo y deberá haber una supervisión arqueológica durante la ejecución de la obra, pero eso no significa que necesariamente haya que recuperar e integrar restos de los pabellones demolidos del Colegio de Jesuítas.
Más aún tratándose de unos pabellones que más bien desvirtuaban el equilibrado proyecto original. Lo que sí se va a recuperar es el espacio libre del antiguo patio de juegos del colegio y, en ese sentido, sí que podemos decir que el proyecto es coherente con el valor arqueológico y urbano del lugar.
Un jardín pensado en 2022 tiene que ser necesariamente sostenible, fácil de mantener y de gestionar. ¿Este lo es?
Marcel Cumplido: El jardín del siglo XXI, necesariamente, tiene que entender el contexto climático en el que está. Por tanto, deberá plantear soluciones que no solamente respondan a la gestión y facilidad de mantenimiento, si no también a los escenarios climáticos que van a darse. En este sentido, las NBS (soluciones basadas en la naturaleza) ofrecen una gran resiliencia de estos espacios.
En nuestro proyecto, el fomento de la biodiversidad y sus hábitats (presentes en la huerta de València) ha sido un elemento estructurante de la propuesta, la bardissa. Otro reto climático de nuestra latitud va a ser la gestión de la lluvia, con regímenes cada vez más torrenciales y periodos de sequía más pronunciados. Por este motivo el trabajo con pavimentos permeables y SUD’s (drenajes urbanos sostenibles) favorece esa gestión, no rompe el ciclo natural del agua y minimiza el impacto de este efecto del cambio climático.
¿Cómo explicáis al ciudadano lo que verá en el jardín una vez esté concluido? ¿Y cómo se lo contaríais a un arquitecto/paisajista?
Lara Llop: Pues a un paisajista y a un ciudadano se lo explicaría de la misma manera. Lo que esperamos que se encuentre es un jardín que se construye con los mismos elementos que se construye el paisaje de la huerta: campos, caminos y acequias son los elementos básicos de este paisaje. Pero también, y no menos importantes, son los límites entre estos elementos (los márgenes) y también las arquitecturas de la huerta.
Estos dos últimos elementos decimos que no menos importantes porque es ahí, justamente, en las hierbas del margen y en los recovecos de los muros de tapial o piedra, donde vive esa fauna auxiliar tan importante para la agricultura. Insectos polinizadores, insectívoros, aves, etc… son muy importantes para el buen funcionamiento de la agricultura.
Pero sobretodo, esperamos que el usuario encuentre un refugio del mundo urbano que lo rodea, un oasis de tranquilidad, un espacio de observación, de ritmo estacional, de disfrute …
Para terminar, dos cuestiones, una de fantasía y una de realidad: ¿Qué otros lugares de Valencia intervendríais si pudierais y cómo?
Lara Llop: Uf, sinceramente muchos. Hay muchos lugares cuya intervención supondría una notable mejora para la ciudad. Pero por su importancia estratégica territorial nos encantaría intervenir sobre la ZAL. Su reversión es casi necesaria. Muchas circunstancias de toda índole apuntan a ello. Además, resulta un espacio esencial de cara a la conectividad entre el Jardín del Túria y el nuevo cauce, y de éste con el parque natural de la Albufera. Abordar estos terrenos desde la estructura territorial de la conectividad nos parece clave.
¿Qué opináis, como arquitectos y paisajistas, de los proyectos de Ciudad de Brujas y de la Plaza de la Reina?
Marcel Cumplido: Son espacios que era necesario intervenir. Y las intervenciones en lugares tan singulares de las ciudades siempre son muy complicadas. A veces son demasiados los intereses que confluyen en estos espacios, siendo muy difícil poder mediar entre ellos y poderlos resolver. Por mi parte, echo de menos más verde, un arbolado capaz de estructurar el proyecto. Pero es más un deseo que una realidad factible dadas las dificultades técnicas.