El barrio de El Cabanyal, en el distrito marítimo de València, está viviendo en los últimos años una transformación que se aprecia en un vistazo. Conjugar lo nuevo y lo viejo es un reto al que deberán enfrentarse sus habitantes, lidiando con todo lo que implica esa gentrificación, con aspectos tales como que el metro cuadrado haya pasado de costar 600 euros, en 2016, a 3000 euros en 2023. En esa transformación entra, además de las especulaciones inmobiliarias, los fondos de inversión y los turistas en bicicleta, la recuperación por parte de la Administración de algunos de los edificios más destacados de un barrio que está a dos pasos del mar, con el consiguiente atractivo turístico, pero que quiere conservar también su valioso legado patrimonial. En esa onda orbita la recuperación arquitectónica de uno de los antiguos mataderos del distrito, el edificio de L’Escorxador, un espacio de 1910 que ha sido rehabilitado y recuperado, esta vez sí, para el barrio.
Quedamos con el arquitecto David Estal quien, junto a Boris Strzelczyk y Luis Francisco Herrero, ha reconvertido ese antiguo matadero en un espacio cultural que albergue un archivo para la memoria del Cabanyal. Entre medias, a lo largo de sus 113 años, este lugar ha tenido diferentes usos, siempre vinculados a su entorno.
Desde su edificación en 1910 hasta 1950 mantuvo su función inicial para pasar a ser almacén durante los siguientes veinte años. En 1970 fue sede de ‘Amics de la Pau’, hasta 1980. Estuvo unos años en desuso hasta que el colectivo ‘Salvem El Cabanyal’ se instaló allí entre 1998 y 2016. ‘Cabanyal Portes Obertes’ fue el proyecto de intervenciones artísticas de la plataforma vecinal para visibilizar la problemática social y urbanística, que también tuvo su sede en L’Escorxador.
Desde 2020 el edificio está rehabilitado y preparado para acoger todo tipo de documentación que sirva para mantener a salvo la memoria del barrio en toda su variedad, pero no solo.
«No se puede entender el edificio sin el barrio, sobre todo por lo que supuso para el colectivo ciudadano Salvem El Cabanyal», apunta Estal. La plataforma fue la resistencia contra el proyecto municipal que pretendía prolongar la avenida de Blasco Ibáñez hasta el mar a costa del derribo de varias manzanas de viviendas del barrio. Tras muchos años de litigios, el Ministerio de Cultura suspendió definitivamente los planes urbanísticos en defensa del valor patrimonial del Cabanyal, uno de los tres barrios que forman el conjunto histórico de la ciudad de Valencia, catalogado como Bien de Interés Cultural por la Generalitat Valenciana en 1993 por su trazado urbanístico y el estilo modernista popular de sus viviendas.
Nos situamos frente al edificio recuperado. «Estamos en el eje histórico del barrio, en la calle San Pedro. El mar llegaba a dos casas de aquí y en esta zona había varios mataderos, lo que no es casual, ya que esta era la parte trasera del barrio junto a la huerta, así que aquí estaban las pocas pequeñas industrias que había. En un principio pensamos que el edificio podía haber sido algo más singular que el matadero, por su ornamentación etc, pero los estudios han determinado que no. Fue un edificio muy cuidado en su obra, datada en 1910, que es cuando empiezan a construirse las casas modernistas del barrio, pero también en Nazaret, Castellar etc», explica el arquitecto.
La intención del edificio, «una construcción sencilla de ladrillo, pilares y muy buena madera», era que no hubiera filtro al entrar, que fuera algo doméstico y abierto. «La planta baja debe estar conectada con la calle, como es tradición en el barrio. Tenerlo con las puertas abiertas sería lo ideal, que fuera algo parecido a lo que ocurre en el edificio de La Nau de la Universitat, que puedes entrar por una calle, atravesar el edificio, y salir por otra puerta a otra calle».
«L’Escorxador se ha ampliado con un edificio contiguo, también municipal, para aumentar su superficie de uso. Aquí se ha hecho una ampliación de forma muy abstracta, con ladrillo panal, que se usa en el edificio tanto de muro de carga como de celosía. Trabajé con Gradolí y Sanz, ellos lo usan mucho, y recuerdo la primera casa que hicimos, en Bisquert, influidos por Ralph Erskine y por la arquitectura escandinava, donde ya pusimos los ladrillos así. Es una fachada abstracta y muy rotunda, que se distingue intencionadamente del edificio antiguo», apunta Estal.
«Apostamos por mantener el edificio en su origen en todo lo que se pudo. Madera de verdad, más saludable; morteros de cal, transpirables y más sanos … La puerta de la entrada la restauraron in situ ‘Les Borumballes’ mientras íbamos haciendo el resto del trabajo. Diseñarla nunca daría mejor resultado que recuperar la puerta original. El proyecto de rehabilitación del edificio lo hicimos Tato Herrero y yo; el de ejecución lo hizo el Estudio Bolsería, y yo opté a la obra y la hice antes de entrar a trabajar en el Ayuntamiento. Boris, por tiempos, concluyó los trabajos y, a continuación, estalló la pandemia». Desde 2020 el edificio está listo.
Mientras recorremos el edificio, van llegando mujeres, sobre todo, que se disponen a ensayar en una de las salas. Provenientes del Teatro El Musical (TEM), cerrado temporalmente, algunos grupos que habitualmente acuden allí a hacer talleres están estrenando estos días las dependencias de L’Escorxador, como nos explicará después Juanma Artigot, director del teatro.
El centro cultural L’Escorxador, que salió a licitación pública y ya tiene adjudicatario, estipula entre sus condiciones de programación que un 50% de la misma debe venir dada por el propio vecindario y, además, debe contar con una persona experta que pueda recabar información viva y materiales del Cabanyal para alimentar ese archivo. No es solo un centro cultural municipal, debe cumplir unas determinadas líneas de actuación que no rompan su vínculo con el barrio.
Para el proyecto se pensó su uso como archivo vivo del Cabañal, en una continuación del trabajo que ya hicieran desde el colectivo Salvem sobre la memoria del barrio (premiado en su día por Europa Nostra, uno de los reconocimientos más prestigiosos en el campo del patrimonio cultural). Un poco en la línea de los archivos de algunos barrios de Hamburgo, que no son archivos municipales al uso solo para investigadores, sino algo más social, más antropológico.
«El fútbol con botones, la enseñanza de esgrima a los pescadores para defenderse de los piratas, los azulejos típicos de las fachadas, los artesanos del barrio con sus oficios, la Semana Santa, los suelos hidráulicos … es decir, un programa de archivo heterodoxo que permita flexibilidad», explica Estal. Los materiales de las diferentes ediciones de «Cabanyal Portes Obertes» y los de la exposición «Benvinguts al Cabanyal», de la editorial Media Vaca, una colección de historias, recuerdos y noticias ilustradas por 40 artistas gráficos a partir de testimonios de gente del barrio, podrían ser, por ejemplo, susceptibles de formar parte de ese archivo, que acogería todo aquello que refleje la idiosincrasia de este lugar.
Para la rehabilitación del edificio se siguió la misma fórmula constructiva original. Lo único nuevo es esa parte añadida del inmueble contiguo que se ha anexado de forma notoria para distinguirlo fácilmente. El edificio tiene una planta superior a la que se accede por una escalera, también recuperada, que conduce a una sala amplia, diáfana, con pavimento de damero y ventanales que dan a la calle y al patio. La típica cenefa de zócalo y de falso techo, que había en su origen, se ha dejado como muestra de lo que hubo en su día en ese espacio.
La sala de archivos, también en la primera planta, está diseñada en hormigón y contiene las estanterías donde irán los materiales del archivo y las mesas para consultas. Las paredes de esta sala blanca conducen a un mirador que se mete casi en el propio Cabanyal, con unas cristaleras enormes que dan a la calle.
En el patio, al aire libre, hay un escenario junto a un espacio emparrado que dará sombra en verano. Aquí Estal explica la eliminación de los cuerpos que se fueron añadiendo con los años, que ha dejado la estructura despejada y como era en su origen. El edificio se revela con el tejado a un agua solamente, típico de las alquerías de la huerta, y con una profundidad de la edificación también semejante a las construcciones campesinas.
Gracias a las consultas al Registro Catastral de los años 30, «que está súper bien dibujado y conservado«, los arquitectos vieron que, en su origen, el edificio contaba con un impluvium (la parte central del atrio en una casa romana, diseñada para arrastrar el agua de lluvia), que ellos han querido reinterpretar de forma simétrica y teniendo en cuenta un uso moderno. «El patio tiene la singularidad de que no tiene cemento debajo, solo adoquín. Se puso sobre tierra, como se ha hecho siempre. La idea es que el calor no rebote. Un patio, para que funcione climáticamente, debe ser fresco», explica el arquitecto.
«Todos los agentes que han intervenido en la rehabilitación entendieron muy bien el concepto y fuimos todos en la misma dirección. Necesitábamos que todo fuera muy artesanal y se consiguió».
Rodeamos el edificio para verlo por la parte trasera, donde se ha abierto una puerta para conseguir un acceso independiente de la puerta principal. Desde esa fachada trasera se ve bien el mirador de la parte nueva, que aumenta el contraste con la construcción vieja.
L’ Escorxador está rodeado de casas que se compraron en su día por el Ayuntamiento para llevar a cabo la ampliación de la avenida y que quedaron en situación de abandono durante todos los años de trasiego judicial, lo que sumió a esta parte del barrio en una profunda degradación que aún se aprecia. Pasaron de ser las calles fundacionales del barrio a ser «zona cero». Ahora, las máquinas y los operarios trabajan en ese entorno para recuperar solares y alguna que otra antigua nave.
David Estal, que vivió en el Cabanyal mientras estudiaba Arquitectura, tuvo tiempo de conocer en profundidad un barrio en el que, años después, iba a desarrollar algunos de sus trabajos más importantes ya como profesional (parte de ellos los fue contando en la cuenta de Instagram Mans a l’obra, con fotos de Fernando Mafé). Entre tanto fue uno de los autores de la Guía perceptiva del Cabanyal, «más emocional que lineal», y de La Pepri, una estrategia colaborativa amable y participativa de propuesta de rehabilitación del barrio del Cabanyal. Su vínculo con esas calles viene de lejos y tiene miga.
«Lo que hace falta es que la gente sepa que esto existe. No puede ser que, cuando estaba en ruinas, L’ Escorxador fuera un edificio muy utilizado y ahora que está rehabilitado no lo sea. Esta zona del barrio era la que peor estaba, puesto que era la más afectada por la prolongación que nunca se llevó a cabo. Lo que sí que me gustaría es que este edificio, con su uso, se convirtiera en un espacio conciliador entre el viejo y nuevo Cabanyal, entre los habitantes ‘de toda la vida’ y los ‘nouvinguts’, incluso los visitantes. Debe ser un espacio integrador, símbolo de la València actual».