Repensar la ciudad: usos nuevos, quioscos antiguos

26 mayo 2024

por | 26 mayo 2024

En Lisboa ya pasó. Los quioscos de la ciudad, que habían vivido momentos de esplendor, fueron cayendo en la decadencia más absoluta hasta que una periodista y un arquitecto decidieron, tras obtener la concesión pública de uno de ellos, darle la vuelta y situarlo como un espacio urbano alternativo, un sitio pequeño, sí, pero con todo preparado para disfrutar. En Valencia, los quioscos levantados en los años 60 y 70 que quedan en pie no son tan bonitos como los lisboetas, pero están, salvo un par de excepciones, en la misma fase de decadencia y abandono en la que estuvieron nuestros vecinos.

Hay quioscos diseminados por gran parte de la ciudad, desde el Parterre hasta la Avenida Blasco Ibáñez pasando por La Alameda, Viveros o Mestalla. Espacios estratégicamente ubicados, en sitios verdes, junto a árboles frondosos. La desidia no se entiende en un momento, el actual, en el que salvaguardar y potenciar esos ‘refugios climáticos’ podría ser una inteligente aspiración. Sitios que, además, no responden a franquicias estandarizadas y sí a una idiosincrasia urbana particular. No queremos ciudades clonadas, pero descuidamos aquello que nos podría distinguir. ¿Por qué derribar si se puede reformular?

«Creo que a nadie le interesan esos quioscos porque tengo la teoría de que a nadie le interesan las cosas pequeñas. El quiosco es un sitio pequeño en mitad de un parque. La gente quiere hacer cosas grandes en sitios grandes porque cree que esto es Chicago y no, no es así, es Valencia. No interesan las cosas pequeñas y si, además, están viejas y abandonadas, menos. Hay poco interés y poca sensibilidad estética en esta ciudad, llevo fatal que se abandonen las cosas cuando no es tan difícil recuperarlas. Se invierte mucho dinero en asuntos que a la mayoría nos dan igual y no en esos pequeños lugares que forman parte del imaginario ciudadano, del viandante que lo ve todos los días», apunta Rafa Valls, que regenta un puesto en el Mercado Central de comida para llevar, el UNO, cuya clientela la forman tanto turistas como locales. Él introdujo, hace ya ocho años, este nuevo concepto de parada en un contexto tan tradicional como el mercado pero sin querer alterar su esencia. Una idea nueva en un sitio clásico. Hola, quioscos.

Una de esas casetas de ladrillo caravista que el Ayuntamiento de Valencia ya ha anunciado que va a derribar, sin concretar fecha, es la que está en el Parterre, frente al Palacio de Justicia. Un quiosco cuya concesión pública caducó y lleva años abandonado. Al estar enmarcado en un jardín histórico, con árboles monumentales, y no contar con ninguna protección patrimonial, se le considera “un elemento impropio que debe ser eliminado”.

El quiosco del Parterre que va a ser derribado por parte del Ayuntamiento.

«Lo mío con ese quiosco es que es una obsesión, siempre me ha gustado», apunta Rafa Valls. «Me gustaba de pequeño, cuando volvía del fútbol con mi padre y lo veíamos; me ha gustado de mayor cuando he parado a tomar un café después de dejar a mis hijos en el autobús del colegio. Me gusta. Probablemente no tenga nada, carezca de valor arquitectónico, no sea un BIC (Bien de Interés Cultural), no tenga ningún interés, pero es que a mí me encanta. Se podrían hacer tantas cosas ahí…».

«Los quioscos son percibidos como chismes urbanos, elementos que teniendo una importancia capital (parte del sistema neuronal de una ciudad) han terminado en trastos callejeros. Llevan todos un cartelón en la frente: ‘para el ayuntamiento: pasar a recoger’. Y todo eso, melancolías al margen, es plenamente lógico: forma parte de una edad del desconcierto, de una estructura física a pie de calle que durante décadas y décadas variaba en el decorado, pero no en las tipologías esenciales. Las transformaciones que vivimos son vertiginosas. Hacen que cotice al alza el tránsito rápido frente a esa cierta idea de comunidad ubicada en unas cuantas manzanas», explica Vicent Molins, al frente de Districte, agencia de espacios y marcas inspirada en los contextos urbanos.

«La suma Ryanair+Airbnb (una no se puede entender sin la otra) explica bien demasiadas cosas: la digitalización permite que hábitos que ya existían escalen sin límite, provoca una movilización masiva y acelerada de pasajeros pero también de noticias, contenidos, pedidos… Los quioscos son producto de eso mismo. Por eso, más que tirar de memoria en blanco y negro, intuyo que habría que comenzar haciéndonos la pregunta de si los quioscos nos son útiles, si pueden serlo», apunta Molins.

¿Qué hacer con los quioscos?

«Se podrían hacer muchísimas cosas: una oficina de información acerca de los parques de la ciudad, algo que tuviera que ver con el ficus monumental y girara en torno a él; una oficina donde promocionar productos valencianos … Todo el mundo me habla de los quioscos de Lisboa, estuve hace mucho y no he vuelto, pero todos hablan maravillas de los quioscos de allí, donde, por ejemplo, se venden latas de conserva, una tradición muy portuguesa. Aquí podríamos vender cosas nuestras en estos quioscos: horchata, arroz … productos no perecederos…», afirma Valls.

El quiosco Facultades está ubicado, desde los años setenta, en la Avenida Blasco Ibáñez, enfrente de la Facultad de Medicina

Al lado del estadio de Mestalla hay otro de los quioscos abandonados.

Molins es partidario de «aplicar la misma fórmula que con los edificios que, aunque su uso decae (no, no volverán a servir como surtidores de prensa diaria), pueden reformularse. Es perezosa esa cierta actitud en las municipalidades de entender obsoleto lo que ya no funciona. ¿Nos hemos hecho la pregunta?, ¿sabemos si a la ciudadanía les pueden resultar útiles?».

«Es extraño que si la ciudad tiene a su alcance una red de microinstalaciones perfectamente vertebrada, que alcanza a todos los barrios, que comprende todas las demarcaciones, no le demos una vuelta: locales de autoempleo, paradas a disposición vecinal, puntos informativos, atención ciudadana, sucursales digitales, activadores de zonas verdes…  El reto de la ciudad en los próximos años es garantizarse capilaridad, y los quioscos la ofrecen. Me parece simbólico del desafío al que se enfrenta València y ciudades de su mismo rango: ser capaz de ingeniar soluciones que no solo den respuesta al consumo rápido, al tránsito veloz. Usos nuevos en quioscos antiguos», concluye Vicent Molins. 

 

El quiosco La Paz, situado en otro de los laterales del Parterre, funciona como bar de paso desde hace décadas.

Fotografía: Eduardo Manzana. Foto de apertura: Quiosco en en la calle Alfons El Magnànim, junto al ficus monumental del Parterre.

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