Nostalgia de la fiesta: Un recorrido pop por ocho edificios imposibles

12 febrero 2021

por | 12 febrero 2021

Un libro que empieza con la letra de la canción «La fiesta terminó», de Paloma San Basilio, anticipa que no estamos ante una publicación sobre arquitectura demasiado convencional. La arquitecta María Aucejo (València, 1993) lleva tres años acumulando capturas de pantalla, fotos y planos de edificios que llamaban su atención y que ahora muestra en Late to the party. Platillos, pirámides y búnkers, un libro con una marcada estética pop donde da forma no sólo a un minucioso trabajo de investigación sino también a un ejercicio de libertad creativa. El proyecto fusiona todo su imaginario y su interés en el cine, la música, la fotografía y la escritura con el descubrimiento de un patrimonio arquitectónico que estaba pidiendo a gritos que alguien le hiciera caso.

Es una mirada global a un fenómeno local: la aparición de edificios en Valencia y sus alrededores, pensados entre los años 60 y 80, muy particulares y muy presentes en el imaginario colectivo a pesar de ser también muy desconocidos. El proyecto es una guía que acompaña en el recorrido a través de 8 edificios y la experiencia que supone descubrir platillos volantes en un polígono industrial, una pirámide en medio de la huerta o un búnker al lado de la playa.

¿Tienes la sensación de llegar tarde, generacionalmente, a la fiesta de la arquitectura, a la fiesta del atrevimiento constructivo? Las sucesivas crisis han ido rebajando las expectativas…

Sí y no, al menos mi reacción tanto tras acabar la universidad y vivir la precariedad laboral existente, como ahora, que la pandemia lo ha empeorado aún más, es la de echar de menos tiempos mejores mezclada con la condena y el rechazo a las barbaridades hechas en la burbuja previa a la crisis de 2008.

Creo que es necesario revisar y aprender de los errores que nos han llevado hasta aquí pero también superarlos de manera propositiva y no sólo como reacción a lo hecho previamente ni, por supuesto, victimizarnos. Quizás mi generación y alguna más por arriba y por abajo estamos un poco cansados del pesimismo generalizado y por eso estamos tan nostálgicos con lo que nos rodeaba cuando éramos adolescentes, o con lo que nos imaginamos que fue.

¿No crees que la sensación de pesimismo y tristeza actual, motivada por la pandemia y sus consecuencias, es la que nos puede llevar a ensalzar esa forma «alegre» de edificar?


Creo que sí, quizás también por eso tenía la necesidad de remontarme un poco más en el tiempo a una época que entendía como optimista. Espero que consigamos no tanto lamentarnos por lo pasado como proyectar hacia el futuro, por supuesto aprendiendo y siendo más sostenibles, realistas y conscientes de lo hecho, o al menos no proyectar de manera pesimista, si no me pregunto si estaremos construyendo nuestra propia distopía.

El libro surge a partir de tus investigaciones para el proyecto de final de carrera. ¿Ha sido difícil rastrear esos edificios y conseguir información?


Ha sido un reto constante, aunque era muy estimulante, sobretodo entender que no iba a encontrar nada si no me movía de casa. Algunos de ellos fueron más accesibles, los planos y algunos datos se encontraban en archivos municipales, pero de la mayoría no había nada de información y muchas veces fue más efectivo localizar a familiares de los propietarios o a diseñadores que conservaban documentación. Ha sido todo un aprendizaje y un entrenamiento de no tener miedo a preguntar e insistir.

¿Qué crees que se debería hacer con esos edificios actualmente? Por ejemplo, las bodegas están abandonadas …

De los ocho analizados sólo hay dos abandonados y un tercero que es una fuente sin agua … pero la gente lo pasea igualmente. Las bodegas y el pabellón de Lladró, los que se encuentran en desuso, creo que son edificios excepcionales en su entorno, son icónicos y tienen mucho potencial y una riqueza espacial difícil de encontrar en arquitectura industrial actual.

En el caso de Bodegas Vinival se está manteniendo gracias al trabajo del Ayuntamiento de Alboraya y se le está buscando un uso dotacional que fomente las relaciones vecinales de la Patacona. Respecto al pabellón sólo sé que está a la venta pero ojalá no se degrade más y se le dote de vida pronto. No sé qué se debería hacer con ellos de manera visible, ni sé si se deberían proteger, pero creo que es necesario estudiarlos y aprender de nuestro entorno más inmediato.

Entender no sólo lo construido sino el contexto que los envolvió, dónde estudió esa generación previa a la ETSAV y cómo algunos de ellos fundaron la escuela e incluso fueron parte de ella. De qué influencias bebían y por qué algunos nombres llegan a las aulas y otros no.

¿Se te han quedado muchos edificios raros fuera de la selección?

Algunos se han quedado en stand-by por diferentes razones, como callejones sin salida en cuanto a su documentación, o también han sido descartados porque buscaba una selección de edificios muy diferentes entre sí. El hilo conductor del proyecto era exponer 8 maneras en que se imaginaron el futuro, muy características e icónicas y que daban pie a poner nombre a subestilos, si es que se pueden llamar así, de la arquitectura de segunda mitad del siglo XX.

«Quería entender no sólo lo construido sino el contexto que los envolvió (…) De qué influencias bebían y por qué algunos nombres llegan a las aulas y otros no»

Elige uno de los ocho. ¿Qué es lo que más interesó de él?

Estudios Andro y aprender de la evolución que tuvo el estudio GO.DB, en principio tan afines al Movimiento Moderno y al racionalismo, que en su propia apertura a otros países decidieron apostar por la industrialización de la construcción y uno de los módulos que fabricaban tenía forma de platillo. Me divirtió mucho.

O cómo Mercovasa, que siempre lo había visto desde la ventanilla del coche, cuenta con un espacio impresionante de plaza y está abierto las 24 horas. O que las Bodegas, pese a lo que sugiere su fachada, no son silos, sino que su interior es más parecido a una catedral.

¿Alguna curiosidad que te llamara la atención entre la, ya de por sí, rareza de los edificios?


Por ejemplo fue un aprendizaje brutal y muy generoso escuchar de Juan María Moreno, antiguo integrante de Vetges Tu y autor del proyecto, la historia de La Casa del Agua, con toda la lucha vecinal del cauce del Río Túria de fondo y las presiones políticas y mediáticas de intereses que querían frustrar el proyecto.

Es tremendamente interesante y nos ayuda a entender dinámicas que ocurrieron en la ciudad que incluso llegan a hoy en día, donde la fuente sigue sin agua y el proyecto no se entiende sin ella.

El estilo de edición pop que has utilizado en el libro, en lugar de plantear una publicación, digamos, más convencional, ¿responde a tus ganas de ser también tan creativa como lo fueron los arquitectos de estas décadas que retratas?

El proyecto nació de la necesidad tanto de investigar como de disfrutar el proceso, de permitir cierta libertad creativa en la escritura y la creación de imaginarios en cada capítulo. El diseño gráfico es de Jaime Sebastián y Rubén Montesinos, además son fundadores de Handshake, la editorial que comercializa el libro. Ellos me han acompañado en el proyecto y ayudado a trasladar la cantidad infinita de información que tenía a un objeto interesante y legible.

Teníamos en la cabeza el disfrute que imaginábamos que tenían en esa época de apertura de mentes y también el disfrute de los paseos a través de los edificios que habían generado el proyecto. Buscábamos un resultado accesible a diferentes públicos que pudieran estar interesados en el patrimonio que se documenta pero también en los enlaces con la cultura pop, el cine y el contexto sociocultural en que se enmarcan los 8 capítulos.

Y de todo esto, junto la propuesta de Handshake, se buscaba crear un libro de consulta más libre y creativo, donde pudieras abrir por cualquier capítulo y dejarte inspirar por alguno de los relatos que se proponen.

 

Los edificios que aparecen en «Late to the party. Platillos, pirámides y búnkers» son Bodegas Vinival (Luís Gay y J. A Hoyos), Pavimentos Guillén (Camilo Grau), Centro de Salud Fuente de San Luís (Rafael Carrasco), Estudios Andro (GO.DB), Mercado Costa Valencia (Carlos Martínez y Carlos Ferrer), Pabellón de Escultores Lladró (Rafael Tamarit), Capitanía Marítima (Luís Serrano) y la Casa del agua (Vetgés tu i la Mediterrània Arquitectes).

El libro será presentado, pandemia mediante, en el mes de marzo en el patio del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia. 

Fotografía: María Aucejo y Eduardo Manzana
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