Mies: el lado más humano del ídolo

24 febrero 2021

por | 24 febrero 2021

Dos días antes del estado de alarma llegó a las librerías la tercera edición de «Mies» (Grafito Editorial), la magnífica novela gráfica de Agustín Ferrer Casas sobre la vida y obra de uno de los arquitectos más importantes del siglo XX, donde se muestra el lado más humano del ídolo en un recorrido nada edulcorado.

Como casi todo lo que no es pandemia, el libro, aunque se ha seguido leyendo y mucho, se quedó en una especie de limbo, como tantas cosas buenas de nuestra ‘antigua normalidad’, lo que no le impidió ser galardonado como Mejor Álbum en la última edición del Festival Splash de Cómic (premio compartido con el tebeo «Ocultos», de Laura Pérez).

Ferrer Casas articula el hilo de este monumental trabajo en el transcurso de un vuelo a Berlín Occidental para acudir a la colocación de la primera piedra de la Nueva Galería Nacional, en 1965, mientras el famoso arquitecto, que es a la vez el narrador, hace balance de su azarosa vida en una charla con su nieto, el también arquitecto Dirk Lohan.

En este repaso desfila gran parte del convulso siglo pasado, con los lugares y las personas que estuvieron cerca de Mies van der Rohe, ilustrado por las acuarelas de Agustín Ferrer Casas, que recrean edificios, monumentos, diseños y ambientes que nos trasladan mágicamente a esa época y dan como resultado una exquisita novela gráfica.

¿Por qué Mies y no Le Corbusier o F. Lloyd Wrigth? ¿Era el que más te gustaba de los tres?

Realmente sí. A Mies le tenía más aprecio que a los otros dos. Conocía su obra –que consideraba muy similar a mi estilo de dibujo- y los puntos más discutibles de su historia personal.

Por el contrario no tenía muy claro qué proporción de verdad rodeaba a la figura de Wright, un personaje pagado de sí mismo que se esforzó mucho en construir su vida, moldeándola a su antojo en sendas autobiografías propias, hasta no saber ni si quiera cuando nació. Aunque el norteamericano sigue teniendo un potencial tremendo por ese recorrido vital que rodeó su imponente y variada obra.

Y por último, aunque como arquitecto era tremendo y brutal como sus edificios, Le Corbusier me producía un rechazo crónico como persona. Alguien tan prepotente, misógino y antisemita me hubiese predispuesto a escribir un cómic en su contra.

Por suerte para los seguidores del “Corbu” existen hasta la fecha un buen número de cómics editados al otro lado de los Pirineos sobre este arquitecto suizo, más o menos biográficos y centrados en su obra o con la sombra de LC sobrevolando la trama.

Por tanto sólo me quedaba centrarme en Mies van der Rohe como protagonista de mi novela gráfica, algo que decidí desde el primer momento, sin pensarlo dos veces. Porque aunque su arquitectura ya sea un clásico del Movimiento Moderno, con proyectos de vanguardia en los años veinte del siglo pasado y edificios míticos en su etapa norteamericana, lo que más me interesaba era plasmar su biografía personal, con sus luces y sus sombras. Esa vida regida por su máxima más famosa, “menos es más”, y que sin duda se reflejó en sus diseños.

En tu investigación durante la fase de documentación para el libro encontraste un texto de Anatxu Zabalbeascoa que te sirvió para hilar la historia que querías contar…

Cierto. Partí un poco a ciegas cuando comencé a trabajar en la historia, allá por 2015, sabiendo qué quería contar, pero tenía muchas lagunas que quería resolver antes de avanzar más en su desarrollo. Durante los años de carrera –estudié hasta cuarto curso de Arquitectura para acabar siendo arquitecto técnico- había oído muchas cosas sobre Mies –el anecdotario básico- y quería confirmarlo, completarlo e incluso, si se me permite la osadía, enriquecerlo para dotarlo de cercanía al lector.

Por ello atesoré un buen número de obras y biografías relacionadas con Mies. Y en esta búsqueda encontré el artículo de la periodista e historiadora del arte Anatxu Zabalbeascoa de 2014. En él estaba sintetizado todo lo que necesitaba saber sobre el alemán y que me marcaban el camino a seguir: los puntos clave del recorrido vital en paralelo a su actividad como arquitecto. Y, sobre todo, comprobar que no era la única persona que compartía el punto de vista crítico sobre el comportamiento de Mies en muchos momentos de su vida. Momentos francamente reprochables, aunque puede que nosotros hubiésemos actuado de igual manera en circunstancias tan complejas.

En tu libro hay un ánimo divulgativo claro pero sin caer en la pedantería arquitectónica, al fin y al cabo la arquitectura es la excusa, pero el protagonista es Mies. El cómic encaja muy bien para contar este tipo de historias y llegar a más gente, ¿no?

Pero a su vez era un tiro al aire. Sabía que este cómic tendría predicamento entre el sector de la arquitectura, aunque no tenía muy claro si también contaría con su aprobación y beneplácito por haber osado tocar la figura de Mies.

Lo que no sabía era cómo se lo tomaría el lector común, el lector habitual de novela gráfica, cómic o tebeos (los tres términos son equivalentes). Un título en el que el eje de la historia fuese un arquitecto. Supongo, más que nada, por el descrédito que sufre la profesión por la fama de conocidos arquitectos estrella y su mala praxis que dejan como legado obras faraónicas que doblan su presupuesto. Además la arquitectura moderna carga con el sambenito de la incomprensión frente al clasicismo, algo inexplicable puesto que “la arquitectura es siempre la voluntad de la época traducida al espacio”, en palabras del propio Mies van der Rohe.

Por suerte, así como la mayor parte de los arquitectos se tomaron a bien este libro, los lectores habituales de cómics también lo han aceptado como tal. Creo que es por contar diversos momentos históricos de interés durante los que se desarrolla el cómic. También podía haber hecho una especie de catálogo cronológico de las obras de Mies, cosa que hubiese funcionado entre los amantes de la arquitectura. Pero yo quería que la arquitectura sólo fuese el telón de fondo de la historia para darle voz a la parte humana del personaje principal. Centrándome en Mies y sus actos también podría deducirse el por qué de su arquitectura, las claves de los diseños que lo hicieron un clásico moderno.

Desde la difusión en redes sociales de las primeras imágenes del cómic supe del entusiasmo de algunos arquitectos por un título así en un formato como este. No era algo usual en este país aventurarse en la creación de una novela gráfica sobre un arquitecto y menos sobre la figura de un tótem como Mies.

Tú tienes un pasado de arquitecto y tu cómic resulta muy “miesiano”, por la disposición de su composición, con un orden y unas proporciones que recuerdan la estética del arquitecto, sin estridencias… ¿Crees que tu formación como arquitecto hace que te acerques a la figura de Mies más preparado para contarlo mejor?

Sin duda algo habrá influido. Siempre he tratado de seguir cierto orden en la composición de cada página, tanto en la forma y disposición de las viñetas como en su contenido. Aunque en este cómic, para recrear los momentos en los que Mies hace memoria y los recuerdos se mezclan, he usado en páginas dobles viñetas abiertas delimitadas por los cuadros de los diálogos y unas pocas viñetas cerradas que permiten las transiciones entre escenas.

También es cierto que el tener algo de conocimiento sobre el tema arquitectónico ha facilitado el hecho de representar sus edificios y la arquitectura circundante. Tampoco es que haya inventado nada, pero el punto de vista aprendido durante la carrera y la posterior etapa profesional seguramente da un barniz distinto al dibujo arquitectónico y la composición de página.

Y creo haber profundizado en la esencia del Mies que aparece en el libro, con sus virtudes y sus defectos. Puede ser un Mies ficticio, reinterpretado, que se basa en lo escrito negro sobre blanco en biografías más o menos críticas sobre el Mies real. Pero he querido ponerme en su piel, valorar sus ambiciones y deseos, sus grandezas y miedos, destacar el lado más humano del ídolo.

¿Cómo ha funcionado el cómic en Alemania?

Al ser Mies van der Rohe alemán la mitad del camino ya estaba hecho. Es como el caso del cómic “Dublineses” de Alfonso Zapico, sobre James Joyce, que es el libro más vendido en el aeropuerto de Dublín.

En el caso de “Mies” en Alemania y Austria se han superado todas las expectativas con una cuarta edición y más de 10.000 ejemplares vendidos. Puede parecer una cifra irrisoria para un libro, pero un cómic no suele superar los 1.000 ejemplares, tanto en Alemania como en España…

Y no podía obviar los comienzos de Mies en Alemania, como arquitecto que parecía destinado a ser el preferido por la burguesía, hasta pasar a ser máximo representante de la vanguardia arquitectónica e incluso ser último director de la Bauhaus –hecho que cobra gran fuerza en el libro-. Este último periodo acaba cuando Mies siente, pese a todos sus esfuerzos por trabajar, que no tiene cabida en la Alemania nazi previa a la 2ª Guerra Mundial. Se resarce de esta injusticia levantando la Nueva Galería Nacional en Berlín años más tarde, hilo conductor de la historia porque esta se cuenta mientras Mies viaja con su nieto Dirk Lohan para acudir a la ceremonia de colocación de la primera piedra.

Justicia poética

Mies tuvo una obra magnífica, la mejor quizá del siglo XX, pero una vida “poco edificante”. Que aparezcan en tu libro todas las mujeres que pasaron por su vida es una especie de acto de justicia poética hacia ellas (Lilly Reich, su esposa Ada, Lora Marx, Edith Farnsworth). Mies no las trató bien y queda muy patente en el libro.

Eso pretendía. Quería hacer justicia, dar voz esas personas que a mi entender sufrieron las consecuencias de permanecer junto a Mies mientras él, egoístamente, sólo estaba interesado en construir. Por un motivo u otro, quienes lo acompañaron obtuvieron infidelidades, abandono, olvido profesional, alcoholismo, decepciones, e incluso juicios e inundaciones. Suelo decir que Mies era un gran amante de la filosofía, pero practicaba poco la ética.

Últimamente se ha reivindicado la figura de Lilly Reich, socia y amante de Mies desde mediados de los años veinte hasta que éste abandonó Alemania –y a ella- rumbo a los Estados Unidos. Y es que Reich puede considerarse como coautora del diseño de mobiliario más conocido de Mies van der Rohe –por no decir que fue su verdadera autora-. Fue parte fundamental en el diseño del Pabellón de Alemania de la Exposición Universal de Barcelona de 1929 y en el de la casa Tugendhat en Brno –donde diseñaron desde los tiradores hasta la lavadora-. Y prueba del poco papel representado en el diseño de muebles de Mies en el tándem formado con Reich es que desde que se separó de ella no volvió a crear más que un banco corrido en la capilla del campus del IIT de Chicago y un par de encimeras para su apartamento, ambos diseños muy similares por su forma en vuelo.

Así que sirva este libro como pequeño homenaje a todas esas mujeres que se han visto desplazadas por hombres como Mies, y no sólo en el aspecto arquitectónico y creativo, sino en todas las facetas de la vida.

Foster en el prólogo, no está mal …

Su presencia se la debo a Anatxu Zabalbeascoa, que también interviene al final del libro con un magnífico epílogo. Foster accedió a escribir unas palabras una vez visto el cómic, contando su visita al despacho de Mies cuando estudiaba en Yale, aunque no llegó a ver al maestro pero sí a admirar el proceso de creación del edificio Seagram de Nueva York a través de numerosas maquetas.

Que en este libro coincidan Mies van der Rohe y Norman Foster tiene mucho que ver con aquella afirmación del primero, mencionada antes, en la que decía que “la arquitectura es siempre la voluntad de la época traducida al espacio”. Cuando Foster obtuvo el Pritzker en 1999, un miembro del jurado calificó al premiado como “un clásico en el más genuino sentido del término, porque los edificios que construye son expresión de su tiempo”.

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