Pocas empresas pueden decir que siguen en pie desde 1893. Que partiendo de un pequeño negocio artesanal han creado un imperio de lujo presente en 125 países; que han decorado el palacio imperial de Tokio y que sus piezas salen en películas de Woody Allen o de Kim Ki-Duk. Pocas lo pueden decir pero la firma de lámparas y mobiliario Mariner es una de ellas. De Patraix a Tokio pasando por Woody Allen.
A finales del siglo XIX, Enrique Mariner Gurrea iniciaba su negocio en la calle Barcelonina de València como fabricante de lámparas de bronce, cristal y alabastro. Entonces no sabía que, con el tiempo, se especializaría en la producción de muebles de estilo clásico y su nombre viajaría por los cinco continentes a través de un negocio que aún pervive, con más de 125 años de historia, centrado en el diseño y creación de lámparas y muebles de lujo.
Mariner, que empezó con talleres artesanos antes de que todo estuviera electrificado, tuvo un éxito fulgurante y participó en algunos de los grandes eventos de su época, como la Exposición Regional de Valencia de 1909, donde obtuvo Medalla de Oro y Diploma de Mérito. Además de ser expositor fundador de la I Feria Muestrario de València, también ocupó los cargos de diputado provincial, teniente de alcalde y vicepresidente de la Junta de Obras del Puerto. De todo esto, lo que más destacan de su figura en Mariner, es que “fue precursor de los derechos sociales al dotar a sus empleados de un seguro a cargo de su propia empresa”.
En 1915 se inició la expansión internacional de la marca a través de la exportación a América de los primeros productos, y en 1918, Enrique Mariner dejaba la gerencia del negocio a sus hijos Enrique y Francisco Mariner Saurí, quienes recogieron el testigo y continuaron con la vocación exportadora de la firma.
Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, la fábrica pasó a estar controlada por los trabajadores que pertenecían a la UGT y a la CNT para destinarla a la producción de armamento.
«Al poco tiempo Enrique Mariner fue detenido, pues los cargos políticos que había ejercido años anteriores le hacían sospechoso. Al conocerse la detención, fue el propio comité de obreros que dirigía la empresa el que redactó una carta defendiendo el comportamiento ejemplar del empresario. En esta misiva los obreros ensalzaban la preocupación de su patrón por los derechos laborales de sus trabajadores, señalando que Mariner les había otorgado, entre otros derechos, el seguro de enfermedad, que la legislación no había reconocido hasta fechas recientes. Esta carta sirvió para acreditar las buenas relaciones existentes entre Mariner y sus empleados, ya que Enrique se encargó de gestionar sus negocios con un sentido paternalista con la introducción de beneficios sociales para ganarse el favor de sus trabajadores», apuntan desde la empresa.
Una vez terminado el conflicto bélico, Mariner recuperó la normalidad poco a poco, sorteando las dificultades del momento para la industria suntuaria. Pese a ello, a partir de la segunda mitad de los años cuarenta, los pedidos se multiplicaron.
En 1946, con motivo de la inauguración del Cine Rex de Valencia se realizó una lámpara monumental de bronce y cristal. En 1952, la empresa realizó, también, la gran lámpara para la Unión Musical de Llíria, así como las de sitios tan dispares como la sede del Patriarcado Armenio de Jerusalén, las del Hotel Doral Beach de Miami y las farolas del Capitolio Estatal de Pensilvania.
Mariner, como no podía ser de otra forma, ha estado presente a lo largo de su historia en todas las ferias de decoración más importantes del mundo (Milán, París, Moscú, Hannover, Philadelphia …). En la imagen que abre este artículo se refleja un momento de la visita de los príncipes de Mónaco, Rainero III y Grace Kelly, al stand de Mariner en la Feria de Muestras de València en 1957.
Sus piezas de lujo para clientes exclusivos están en edificios tanto privados como públicos de los lugares más insospechados, como por ejemplo en la decoración del Palacio Imperial de Tokio, de la que se ocuparon en 1947; en las oficinas presidenciales de Accra, en la República de Ghana, o en yates de súperlujo como el Bistang o el Integra, además del palacio del sultán de Kelantán, en Malasia.
También las lámparas de Mariner tuvieron su momento cinematográfico en la película de Woody Allen «Granujas de medio pelo», en la parte donde los granujas consiguen, con su exitoso negocio de galletas, hacerse millonarios. Las mesas y sillas de la firma también compartieron plano con los actores de la película «Hierro 3», del genio coreano Kim Ki-Duk.
Museo del patrimonio industrial en Patraix
«El edificio de Patraix, se construyó en los años 50 y fue propiedad de la familia hasta hace unos años. Actualmente sigue siendo la sede de nuestro flagship store, en la planta baja y en el primer piso, donde está ubicado el showroom y un museo de la historia de la empresa. Todo ello se puede visitar. En los terrenos colindantes al edificio de Patraix, se hallaba ubicada antiguamente la fábrica, que fue derruida en los años 80 y se construyó, en su lugar, un edificio de viviendas. La fábrica de Mariner se trasladó al Polígono Industrial de La Fuente del Jarro en Paterna y de allí nos trasladamos a donde estamos actualmente, en el Polígono del Alter en Alcàsser», explica Jorge Mariner, miembro de las últimas generaciones de la familia y director de marketing de la firma.
Mariner no solo forma parte del patrimonio industrial suntuario de Valencia, y de Patraix, sino que se trata de un patrimonio vivo. Su museo, creado en 1993 en el edificio social de la antigua fábrica de la calle Lladró y Mallí, todavía no está difundido al público de forma amplia pues, realmente, muchos de los propios vecinos desconocen su existencia.
Sin embargo, su visita sirve para entender la industrialización de la zona, ya que ofrece testimonios valiosos del discurrir laboral y social del siglo XX y alberga en su interior numerosas fotografías de antiguos trabajadores, además de piezas emblemáticas que han supuesto hitos para la marca, carteles publicitarios, maquinaria antigua…, objetos, en definitiva, que permiten conocer mejor esta empresa en la que muchos vecinos del barrio trabajaron.
En la actualidad, Mariner tiene tiendas de lujo dispersas por todo el globo: Londres, Moscú, San Petersburgo, Hanoi, Dubai, Doha. Hacen alta decoración y también piezas de colección, presentes en las salas de subastas más prestigiosas del mundo.