En el año 2018 me fui a Montréal en busca de inspiración para abordar la transformación de la biblioteca pública actual. Tuve la suerte de encontrarme con Ismaël Bellil, el bibliotecario encargado del espacio para adolescentes, FABLAB, de la biblioteca pública de Repentigny, una ciudad dormitorio pegada a Montréal. Fue él quien trazó el plan de ruta para que visitara las bibliotecas más innovadoras de la ciudad y sus alrededores: la biblioteca pública de Benny, Saul Bellow, Brossard, Marc Favreau, du Boisé o Pierrefonds. Las visité todas y mi percepción de la biblioteca pública cambió para siempre: la arquitectura, el espacio, el mobiliario, la profesión y la relación con la comunidad habían sufrido un cambio drástico. En Montréal, como en muchas de las bibliotecas del mundo, había llegado el tercer lugar.
Ismaël vino a visitarme hace un par de semanas y como él lo fue para mí, intenté ser un buen anfitrión. Primero, gracias a Marifina Galbis, jefa de la biblioteca de Algemesí (Valencia), una de las bibliotecas más afectadas por la última dana, Ismaël pudo dar una conferencia sobre su experiencia en Repentigny, muy inspiradora para la reconstrucción de la biblioteca municipal.
La segunda parte del viaje consistió en concertar una cita con Ferrán Burguillos, gerente del Consorcio de bibliotecas de Barcelona, quién nos organizó una visita profesional a la Biblioteca García Márquez en el barrio barcelonés de San Martín de Provensals, de la mano de su directora, Neus Castellano, y a la Biblioteca J.V. Foix del barrio de Sarrià, también con su directora, Olga Cebollada.
La Biblioteca Gabriel García Márquez, en Barcelona, fue elegida como la mejor del mundo, en su categoría, en 2023.
A raíz de estas visitas, traté con Ismaël algunos temas que, a diferencia del viaje epifánico que experimenté la primera vez que entré en una biblioteca tercer lugar en Montreal, en nada alteraron el discurso que traía ya este bibliotecario quebequés en su mochila profesional. No en vano las bibliotecas Du boisé o Marc Favreau fueron inauguradas en el año 2013 y la biblioteca Gabriel García Márquez, en el año 2022. Esta última, fue ganadora del premio internacional a la Mejor Biblioteca Pública nueva de 2023.
El edificio es un proyecto de los arquitectos Elena Orte y Guillermo Sevillano (Suma Arquitectura), articulado en volúmenes que recuerdan a pilas de libros. Por dentro, los espacios acogedores y cómodos (butacas, sillones colgantes, hamacas, pufs, cojines y gradas de madera en la zona infantil) animan a no salir de sus 4.000 metros cuadrados.
Tercer lugar
«El concepto tercer lugar es evidente en la misión de las bibliotecas mencionadas. Por tercer lugar, entiendo la biblioteca como lugar de vida y de socialización, incluso lugar de pertenencia personal donde el usuario se siente «en casa». Esto se logra, desde luego, gracias a la arquitectura, a la distribución del espacio y a la flexibilidad del mobiliario, pero sobre todo por el énfasis por parte de personal de la biblioteca en la acogida de los usuarios», explica Bellil.
En todas estas bibliotecas tercer lugar se pueden observar semejanzas en la arquitectura, el mobiliario y los espacios, sobre todo en lo que respecta al mensaje subyacente en estos proyectos: cómo ha de ser una biblioteca pública hoy en día. «Tanto en la García Márquez como en las bibliotecas municipales más recientes de Montreal hay un interés común en favor del mensaje que transmite el tercer lugar y que es inherente a la configuración física de dichas bibliotecas. Al mismo tiempo vemos, con estadísticas que lo respaldan, que las necesidades de los usuarios evolucionan. La lectura sigue siendo el núcleo de las bibliotecas, pero debe compartir su lugar con nuevos imperativos ineludibles de atención a la comunidad y a los usuarios».
La comunidad y los usuarios
Todas estas bibliotecas tercer lugar, debido a su ubicación geográfica, a pesar de su apariencia de «biblioteca central», dado su gran tamaño, se integran en una dinámica de relación estrecha con el barrio donde están para mejorar la relación con sus usuarios, es decir, ofrecer servicios de proximidad de fácil acceso para la comunidad.
«Esta relación es fruto de una voluntad firme de arraigarse en la comunidad. Esto puede ser físicamente, como la biblioteca Marc-Favreau, que se sitúa directamente junto a cooperativas de vivienda. También puede ser culturalmente, como es el caso de la García Márquez que, por su nombre y su mobiliario, rinde homenaje a las culturas de América Latina, tan importantes en Barcelona. Por lo tanto los vínculos con la comunidad se crean dando a entender que los usuarios en estas bibliotecas entran en un lugar acogedor y de confianza».
Además de sentirse ‘en casa’, estos deben tener ganas de ir a la biblioteca por sus servicios, pero también para encontrarse con el personal, o más bien ‘su’ personal. «A modo de ejemplo, un sábado por la mañana, que los niños digan a sus padres ‘hoy me gustaría ir a ver a la animadora de la biblioteca’ —nombrándola por su nombre de pila. Cuando una usuaria habla así, es la prueba de que su biblioteca va por el buen camino hacia un servicio moderno y de calidad».
El personal de la biblioteca ha de conseguir transmitir a su comunidad que un servicio público tradicionalmente concebido como estrictamente cultural también puede ser al mismo tiempo social, democrático y diversificado para diferentes grupos de edad y perfiles de individuos.
«El hecho de tener personal de biblioteca bien arraigado en su comunidad, con la población, los organismos, los representantes y cualquier otro aliado, ayuda a aliviar muchos problemas de falta de recursos. El personal puede encontrar en la comunidad el apoyo y la inspiración para desarrollar sus servicios, promocionarlos e incluso como un reto personal para formarse ellos mismos en la satisfacción de las nuevas necesidades de la comunidad», explica el experto.
Por lo tanto, la prioridad fundamental de las bibliotecas tercer lugar es la de satisfacer las necesidades modernas de la comunidad. «Atraer a los nuevos usuarios con nuevas ofertas y así conseguir captar a personas que nunca habrían imaginado utilizar nuestros servicios. El ejemplo de los adolescentes es extremadamente impactante. En mi trabajo, en el FABLAB de la biblioteca de Repentigny, al estar a cargo de un espacio para adolescentes, observamos esta realidad a diario. Los adolescentes son los primeros en afirmarnos que nunca habrían apostado por pasar tanto tiempo de su adolescencia en un espacio de la biblioteca. Incluso tenemos varios que, en su edad adulta, afirman que nuestro servicio es el lugar donde crecieron».
En apenas tres años, esta infraestructura cultural ha conseguido situarse en la vida y en el imaginario del barrio, generando un sentimiento de pertenencia muy alto, de orgullo por un espacio público que, además de cumplir perfectamente su función, implica cohesión social.
La biblioteca tercer lugar «no puede quedarse en el mero ofrecimiento y facilitación de la información, debe obligatoriamente funcionar en concertación con sus comunidades, tomando decisiones conjuntas. Por ejemplo, un espacio para adolescentes debe estar organizado y gestionado con adolescentes: tener horarios de apertura compatibles con sus realidades semanales, contar con personal que los asista en función de sus necesidades, integrar al personal escolar en el desarrollo de los talleres destinados a las escuelas, etc».
Este es el ejemplo para los adolescentes, pero el mismo proceso debe guiar la oferta de servicios para los otros grupos de edad (niños y adultos), así como sus subgrupos. «Hoy en día, el papel de los bibliotecarios supone asumir el reto de lograr que nuestros servicios se asienten incorporando las necesidades de nuestras comunidades. Para conseguirlo es importante armonizar la relación entre las partes para que se cumplan los imperativos de la misión moderna de nuestras bibliotecas tercer lugar».
Espacio, mobiliario y arquitectura
En las bibliotecas tercer lugar se ofrecen posibilidades que rompen con el conocido estereotipo de las bibliotecas como espacios austeros de silencio, con personal severo y autoritario. De un tiempo a esta parte, la arquitectura, la distribución de los espacios y el mobiliario en las bibliotecas buscan favorecer el encuentro y la socialización entre los usuarios, permitiendo hablar en las zonas comunes. «Muchas de las nuevas bibliotecas también permiten beber y comer para fomentar la convivencia en un lugar vibrante. Además, los sectores de animación y programación de actividades se han multiplicado para satisfacer las diversas y crecientes demandas de la población».
«No hay que perder de vista a los políticos. Si éstos visitan una biblioteca y observan la disminución del préstamo de libros y que los espacios no han evolucionado, algunos podrían cuestionar el presupuesto público que invierten en ella. Peor aún, si observan que las necesidades tradicionales ya no existen, y que los usuarios ahora solo quieren un lugar de estudio o de trabajo en silencio en algunos momentos del año, quizás se sientan tentados a reemplazar al personal por una conexión Wi-Fi de calidad y un agente de seguridad que supervise el lugar.
Por el contrario, si esos mismos tomadores de decisiones visitan una biblioteca moderna con instalaciones, espacios y mobiliario atractivo, con comunidades fuertes, presentes en el lugar y asistidas diariamente por personal cualificado y valorado por sus usuarios, que desarrollan múltiples habilidades en contacto con él, su concepción de la biblioteca probablemente será muy diferente. De hecho, algunos ejemplos de servicios de tercer lugar de las bibliotecas mencionadas anteriormente y otras similares en Quebec lo ilustran y algunos políticos, gracias a esta revisión del concepto de la biblioteca pública, se decantan no solo por preservar nuestros espacios, sino por otorgar más presupuesto cuando ven, con sus propios ojos, la vitalidad de estos espacios».
Exterior de la Biblioteca García Márquez, en el barrio de Sant Martí de Barcelona.
Las bibliotecas y los profesionales
Las bibliotecas tercer lugar, con sus nuevos servicios y espacios, tienen un impacto en los programas de formación de los futuros empleados de bibliotecas, y no solo de los bibliotecarios. Para poder atender a los usuarios en un contexto de lugar de vida y formación, el personal debe poseer y adquirir nuevas y variadas competencias: informativas, culturales, tecnológicas, financieras, etc.
«Además, trabajar en una biblioteca requiere, naturalmente, experiencia en el sector del que somos responsables, así como tiempo para gestionarlo y coordinarlo adecuadamente. Sin embargo, trabajar físicamente allí, especialmente con la comunidad, permite precisamente realizar un mejor trabajo de gestión con nuestro equipo. En mi opinión, estar en contacto directo con la comunidad irradia una percepción de una coordinación democrática del servicio. Esta predisposición profesional es una manera de demostrar nuestra credibilidad ante nuestro propio equipo mediante nuestro conocimiento concreto de su día a día», apunta.
«Por mi experiencia puedo decir que, en una biblioteca municipal y de proximidad, de barrio, es necesario dividir el servicio en tres grupos de edad: niños, adolescentes y adultos. Luego, con un servicio así dividido, repartir al personal dentro de estos tres sectores. De esta manera, las comunidades de usuarios de cada sector pueden beneficiarse del servicio de estas sub-equipos especializados y adaptados a la realidad de los grupos de edad. La idea no es dividir las edades gratuitamente. Se trata simplemente de ser realistas y estar al tanto de las necesidades concretas de estas tres etapas de la vida, que requieren todas una atención particular dadas sus diferentes utilizaciones sistemáticas de la biblioteca».
La lectura siempre será un pilar de los servicios en la biblioteca, pero hoy sabemos que los usuarios tienen una inmensidad de necesidades mucho más complejas que un lugar de lectura. Esta complejidad se acentúa y diversifica por las múltiples realidades de cada grupo de edad, por lo que un equipo dedicado para cada uno parece obligatorio.
«A este respecto, el ejemplo de la biblioteca de Brossard es interesante. Además del Fab Lab, encontramos una bibliotecaria dedicada a cada uno de los siguientes grupos: niños, adolescentes, recién llegados y diversidad cultural y, finalmente, anglófonos. Añadiría que varias bibliotecarias tienen cada una sus propios equipos de animadores y formadores para los usuarios de sus sectores. Todas las experiencias tercer lugar de la biblioteca de Brossard son siempre una fuente de inspiración para otros profesionales de otras bibliotecas. Si favorecemos el trabajo en red entre el personal de las bibliotecas, con una clara voluntad de ayuda mutua, fomentamos paralelamente el intercambio de información para compartir los éxitos, e incluso ofrecemos oportunidades de formación».
Las bibliotecas tercer lugar son siempre una fuente de inspiración para otras bibliotecas. «Ciertamente, siempre habrá empleados tradicionales que rechacen el progreso y la modernidad de los servicios. Pero también siempre habrá empleados, no solo bibliotecarios, curiosos e interesados en la evolución necesaria de nuestros servicios. Esto también se aplica a los aliados de las bibliotecas, por ejemplo, dentro del profesorado de las escuelas de formación para los puestos de trabajo en bibliotecas, bibliotecarios y otros. Por no perder de vista que, además, si extendemos la conexión de los profesionales de una biblioteca a sus contactos con otras bibliotecas y otras ciudades, es la formación continua la que se beneficia, y por lo tanto se alcanza la modernización de las bibliotecas gracias a la presencia de un personal con capacidades y competencias actualizadas adquiridas».
Diferentes espacios de la Biblioteca J.V. Foix del barrio de Sarrià, Barcelona.
Exterior de la biblioteca ubicada en Sarrià.
Biblioteca J.V. Foix (Barcelona).
Las bibliotecas y la red de bibliotecas
Las grandes bibliotecas tercer lugar, como bibliotecas centrales de barrio, pueden ejercer de modelo y de motor para las bibliotecas más pequeñas y por lo tanto, influir positivamente en ellas. «Pero me gustaría señalar que lo contrario también es posible, e incluso necesario. Las bibliotecas pequeñas también pueden ser vanguardistas, estar más cerca de sus comunidades y, a veces por falta de recursos, evitar perderse en el espectáculo superficial a veces observable en las grandes construcciones, estéticamente agradables pero atrasadas en cuanto a sus servicios concretos para la población. La vigilancia puede y debe ser compartida, así como el intercambio de experiencias y conocimientos entre bibliotecas grandes y pequeñas y tercer lugar o en camino de serlo», concluye Ismaël Bellil.
Néstor Mir e Ismaël Bellil durante la visita a las bibliotecas de Barcelona.
*Néstor Mir es bibliotecario, músico, dramaturgo, escritor y dinamizador cultural. Tras pasar por diversos departamentos de la Biblioteca Valenciana (Fondo Antiguo, Proceso Técnico y Hemeroteca), por la Biblioteca del Col·legi Territorial d’Arquitectes de València y ser encargado de la sección infantil-juvenil en la Biblioteca Pública del Estado de València y de la gestión de las actividades culturales hasta 2022, pidió una excedencia para poner en marcha el proyecto BED (Biblioteca Expandida Deslocalizada), centrada en afrontar la transformación de la biblioteca pública en el siglo XXI. Actualmente, ejerce la Jefatura de Sección del Archivo Central de Presidencia de la GVA.