En 1929, un joven estudiante de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos llamado Josep Renau pintaba un mural en el techo de un edificio, levantado pocos años antes por el maestro de obras Ricardo Cerdá Cardona, en la calle Caballeros, en plena parte antigua de la ciudad de Valencia.
Ese joven Renau, al cabo de los años, personaje poliédrico, se convertiría en uno de los mejores muralistas del mundo y en un personaje importante en la historia del arte de este país. Desde su militancia republicana ejercería de agente propagandístico y sus carteles iban a trascender como perfectas armas persuasivas durante la Guerra Civil.
La producción de Josep Renau (Valencia, 1907-Berlín, 1982), repleta de elementos y técnicas innovadoras como el aerógrafo o el fotomontaje, tiene en este trabajo mural una muestra de sus primeros pasos como artista.
También durante la guerra iba a tener un papel fundamental para que, a día de hoy, podamos seguir contemplando en el Museo del Prado las obras magistrales de, por ejemplo, Velázquez o Goya.
Desde su cargo como director general de Bellas Artes del gobierno republicano fue el responsable de trasladar ciertos tesoros artísticos desde Madrid hasta Valencia, entonces capital de la República, y protegerlos de los bombardeos de la capital, guardándolos en las Torres de Serrano y en el Colegio del Patriarca.
Volviendo al mural de la calle Caballeros, el palacio que lo alberga, el de Santángel, junto al teatro Talía, es en la actualidad un restaurante italiano. Antes fue otras cosas y también estuvo bastante tiempo cerrado. Mientras, las pinturas art déco que pintó aquel joven Renau, antes de saber lo que le venía, a él y al país, permanecen en una parte del techo del tercer piso, acordonadas para que sea posible verlas pero no acercarse demasiado. Cualquiera puede subir a echarles un vistazo, los italianos que custodian el mural son permisivos con las visitas.
La obra, por fin y tras años de indiferencia por parte de la Administración y de quejas repetidas de asociaciones como Cercle Obert y ACR Constantí Llombart clamando por su protección, fue incluida en el catálogo de elementos a conservar como Bien de Relevancia Local, lo que implica una obligación para el propietario del inmueble.
De momento, las pinturas siguen como hace casi cien años, acusando el paso del tiempo y sin que nadie, en realidad, les preste demasiada atención.