Avelina Prat: «El proceso en el cine y en la arquitectura es exactamente el mismo»

14 noviembre 2022

por | 14 noviembre 2022

La casa de la directora de cine Avelina Prat (Valencia, 1972) tiene vistas al antiguo Asilo del Marqués de Campo, una majestuosa construcción blanca de 1863 proyectada por el arquitecto José Camaña Laymon, en el cruce de la calle Beneficencia con Corona, diseñada en estilo neogótico por imposición del propio benefactor en un edificio que después sería colegio y, actualmente, una universidad privada. La mañana de lunes que quedamos con Prat llega tras un fin de semana intenso en el que su primer largometraje, «Vasil», ha obtenido seis galardones en los Premios Berlanga, entre ellos el de mejor película, mejor guion y mejor dirección. Nos recibe contenta aunque sean días «un poco locos».

La carrera profesional de Avelina Prat tiene la peculiaridad de que empezó en la arquitectura, a la que se dedicó durante diez años, y fue alternando con su incursión en rodajes, poco a poco. Ha trabajado de script con Sigfrid Monleón, con quien empezó, pero también con los hermanos David y Fernando Trueba, con Martín Cuenca o con Cesc Gay. Llegó un momento que pasar de la arquitectura al cine, del todo, fue algo natural.

«Trabajé como arquitecta diez años, el cine me gustaba mucho pero como espectadora, jamás me había imaginado dedicarme a esto, de hecho lo veía como algo que hacían otros (risas). Trabajando como arquitecta me apunté a unos cursos de guión de cortometraje. El típico folio pegado en un árbol con papelitos y número de teléfono, venga voy a probar. Una cosa llevó a la otra. Hice después otro curso en el que estaba de profesor Sigfrid Monleón, que acabó siendo un documental que se llama «Carlitos», y me quedé ayudándole en el montaje. Tras eso, me pidió que fuera su script en la película que iba a rodar en verano, que como coincidía con mis vacaciones, le dije que sí. A partir de esa película me llamaron para otras. Hubo un par de años que combiné ambos trabajos, arquitectura y cine, fue muy loco. La última obra arquitectónica que hice me la encargó un productor de cine, curiosamente, pero llegó un momento que me iba a rodar de script a alguna producción y me coincidía con las típicas visitas de obra. Al final me decanté por el cine».

 

La directora, durante la entrevista para Flat, fotografiada por Eduardo Manzana.

El cine y la arquitectura se parecen, ¿no crees?

«El proceso es exactamente el mismo. Yo miro todo sola, desde el principio de un guión hasta el desarrollo, teniendo en cuenta las necesidades de medios y de equipo. Hay que dirigir todo eso y que se parezca, al final, a lo que tú has escrito o dibujado. Se pueden encontrar hasta figuras equivalentes, el promotor y el productor … así hay varias. En cuanto empecé a ver cosas de cine pensé ‘mira, si estamos haciendo lo mismo’. En el cine venimos de ambientes muy diferentes, hay quien ha estudiado cine pero hay muchos que no. Y yo creo que eso es muy bonito, que cada uno aporte ese bagaje que tiene. El mío es mi formación como arquitecta, que yo veo claramente en dos cosas: la estructuración del trabajo y la visión espacial. Dónde pones la cámara, el tipo de encuadre que haces, la composición de los planos … ¡ahí me sale la arquitecta, no lo puedo evitar! Para lo bueno y para lo malo, esa es mi mirada».

Los actores, durante el rodaje, siguiendo las indicaciones de la directora (Foto cortesía de Filmax).

Rodar en Valencia

«Vasil», el primer largometraje de Avelina Prat, cuenta la historia de un arquitecto jubilado aficionado al ajedrez, poco comunicativo, quien, por circunstancias, se ve acogiendo en su casa a un búlgaro sin techo. La llegada de este hombre, Vasil, un campeón de ajedrez y de bridge en su país, provocará un pequeño terremoto en la ordenada vida de Alfredo. La directora se inspiró en esta vivencia, que le ocurrió de verdad a su padre, para hilar la ficción de la película. Ella nunca llegó a conocer a Vasil, lo que le permitió fantasear con la historia y acabar rodándola en Valencia.

«Valencia es un sitio bastante cómodo para rodar, comparado con Madrid o Barcelona. A nivel de permisos, de localizaciones … a mí me ha gustado mucho porque, aparte de saber los sitios y poder localizar previamente, conocer la ciudad ayuda para poder situar a cada personaje. En esta película he querido sacar a una Valencia que no fuera para nada la típica de postal. Es reconocible para los que vivimos aquí, pero yo quería retratar una ciudad que fuera cualquier ciudad, medio grande, de provincias, que le va a la historia …».

En Valencia solo se juega al bridge en dos sitios, en el Casino de Agricultura y en el Ateneo pero, como estaban ocupados ambos espacios, para la película se acabó recreando ese club en uno de los salones del Hotel Westin, donde reprodujeron todo con atrezzo. El casino de Sueca es, en la película, el sitio donde Karra Elejalde juega habitualmente al ajedrez; Dukala, se convirtió en el restaurante griego de la película. Amor Amargo y La Taula de Paula son los otros escenarios de las localizaciones gastronómicas, donde comen padre e hija cada miércoles y la barra de bar que sale en la película.

El bridge es una de las habilidades de Vasil, interpretado por Iván Barnev, quien aparece en esta imagen junto a la actriz Susi Sánchez, que encarna a una adinerada viuda que le paga por jugar con ella (Foto cortesía de Filmax).

Avelina consiguió «colar» en la película la magnífica fábrica de madera curvada que hay en Silla, donde Vasil va a pedir trabajo. «La conocía de antes porque tengo un amigo con el que he colaborado en el diseño de cuatro muebles y él los fabrica allí. Fui a visitarla y me encantó, pensé ‘aquí tengo que grabar algo, lo que sea (risas)’. En realidad, en la trama de la película, aunque quites esa escena tampoco pasa nada, aunque para mí cuenta cosas porque es el protagonista buscando un trabajo que no es para él, pero la productora me decía, ¿pero tú sacas esto porque te gusta, no? (risas)».

Las casas de la película

La casa de Alfredo, al que encarna Elejalde, tenía que ser sobria y con una atmósfera propia de un arquitecto jubilado. «Nos costó encontrarla, según el guión debía tener solo un dormitorio para que nos pudiéramos creer que el búlgaro debe dormir en el sofá. Lo que hicimos fue trampear, la casa espacialmente nos valía, así que lo que hicimos fue reproducir la puerta del dormitorio en el vestíbulo, para que todo encajara. En esa casa lo llevamos todo nosotros. La propietaria, nórdica, lo tenía todo blanco y medio vacío (risas), nosotros lo llenamos de libros, lámparas de diseño y de todo lo demás».

El ajedrez es de las pocas cosas que tienen en común los protagonistas de «Vasil» (Foto cortesía de Filmax).

La casa de la hija, Alexandra Jiménez en la ficción, es la propia casa de Avelina en la vida real. «Yo quería evitar a toda costa rodar en casa (risas), es un lío, pero como al final fue solo media jornada … Este fue el decorado que más nos costó encontrar, así que al final la cosa estaba entre la casa de la directora y la casa de la productora (risas)». Al final escogieron la de Prat.

Tras buscar mucho, la casa de la directora se convirtió en la casa de la hija en la película, interpretada por Alexandra Jiménez.

La casa de Avelina Prat es un ático dúplex proyectado por ella misma hace más de quince años.

Poco se ve, no obstante, de la maravillosa casa en la película, apenas la parte del estudio y un poco de escena de sofá. Como buena arquitecta, se la hizo ella. «En 2005 terminamos la rehabilitación. En realidad buscábamos casa para alquilar y vivir, pero vimos este edificio, que estaba medio en ruinas y se vendía entero. Lo compramos, que estaba muy barato entonces, lo rehabilitamos entero, vendimos las otras tres viviendas y con ese dinero pudimos hacernos esta casa de forma asumible. Fue muy bonito. Casi tanto como hacer una película».

Avelina Prat en una de las terrazas de su casa en Ciutat Vella.

El antiguo cauce del río

No es la primera vez que el Jardín del Turia sale en alguno de los trabajos de Avelina Prat, se puede ver en más de uno de sus cortometrajes. Otra escena que también es recurrente en su cine es la de alguien sentado solo en un banco. «No es voluntario (risas), es verdad que tengo tendencia a retratar personajes solitarios, un poco desnortados, que tienen tiempo libre, que pasan por ahí … ¿qué hace uno cuando tiene tiempo libre en una ciudad que no es la suya? pues en algún momento te acabas sentando en un banco».

«El río, para mí, si yo no tuviera casa en esta ciudad y tuviera que pasar el tiempo fuera, sería mi sitio. En la Valencia que hemos retratado en la película cada escenario está asociado a un personaje o a la vida que llevan: La hija, que trabaja en la universidad, aparece en Blasco Ibáñez, en la zona de las universidades – (donde se ve la afición de Prat a la arquitectura de Moreno Barberá-, «es tan bonito ese edificio»); el padre, vive en el Ensanche, y sus escenas retratan esa zona de la ciudad; Vasil, pasea por el río …».

El antiguo cauce del río es uno de los escenarios recurrentes de Vasil. (Foto cortesía de Filmax).

También tiene, la directora, una cierta inclinación por lo eslavo. Es un rasgo que aparece en muchas de sus piezas, incluida, claro, la Bulgaria de Vasil. En este caso es porque fue lo que sucedió en realidad, «Vasil era búlgaro, pero es verdad que puede que lo que simboliza para mí es una cultura que está cerca y que conocemos muy poco. Con Bulgaria yo empecé a preguntar a la gente y nadie sabemos nada de ese país, y está ahí al lado, forma parte de Europa, esa es un poco la fascinación».

Avelina ya tuvo su otro momento de unir cine y arquitectura con la realización del documental [On Set with] Lilly Reich, «eso fue muy bonito, las arquitectas Débora Domingo y Laura Lizondo pensaban hacer un proyecto para presentarse a las becas de la Fundación Mies Van del Rohe, y se les ocurrió hacer un documental. Débora y yo, que fuimos compañeras en la escuela de Arquitectura y a la que hacía diez años que no veía (risas), me llamó y me contó el proyecto. Me uní, ellas hicieron toda la parte del proyecto de investigación y yo me ocupé de la parte cinematográfica. Fue fantástico».

Fotografía: Eduardo Manzana. Todas las imágenes y textos publicados en Flat Magazine están sujetos a los derechos de autor y no pueden ser utilizados sin autorización.

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