He leído dos textos de Annie Ernaux que me han parecido especialmente duros. Me refiero a L’événement (hay traducción al castellano: El acontecimiento, en Tusquets), en el que narra el proceso por el que pasó a a propósito de un aborto siendo muy joven; y Je ne suis pas sortie de ma nuit (también puede leerse en traducción: No he salido de mi noche, en Cabaret Voltaire), en el que da cuenta –en forma de diario– de los últimos días de su madre antes de morir en un hospital.
Opinión
Adan Kovacsics y Manuel Arranz, algo más que traductores
Una buena selección de las críticas de Arranz ha aparecido recientemente en La Documental bajo el título Libros, lectores y lecturas. En él –como en el anterior, Por el placer de leer, publicado por Shangrila el año pasado– Arranz ha recogido, literalmente, “noventa reseñas sobre noventa y dos libros”. Esto es, las reflexiones que a nuestro querido crítico le han provocado las lecturas de algunos de sus autores favoritos
Julio Camba, el infatigable cronista viajero
El alumnado de los estudios de Ciencias de la Información no lee a los clásicos de nuestro periodismo porque los planes de estudio, más centrados en lo audiovisual, no recogen tal opción. Lo afirma el investigador Francisco Fuster (Universitat de València) en la...
Las fiebres del primer Cioran
En algún momento de la década de los 90 se puso de moda Cioran en España. Dos décadas antes, su obra había sido introducida en nuestro país por la editorial Taurus –gracias a las traducciones al castellano que llevó a cabo Fernando Savater–; llegados a los 90 fue Tusquets (en aquella colección que diseñaran Óscar Tusquets y Lluís Tusquets: Marginales) quien volvió a las andadas con la obra del rumano que dejó su lengua y su patria por París (en 1937) y el francés (doce años más tarde, en 1949, con la publicación del Précis de décomposition, o Breviario de podredumbre). Yo, como tantas otras personas, la descubrí entonces.
Tráfico de Modas: camisetas para una exposición
Ha tardado cinco años en tomar cuerpo. Desde que Amparo Balbastre, una de sus integrantes, me sugiriese que había que había que rescatar la historia de Tráfico de Modas, hasta el próximo jueves, en que se inaugurará la exposición en La Nau (“Tráfico de Modas, 1980-1992. Arrebato, juego, familia”) y verá la luz la publicación homónima que hemos preparado.
Sobre el patrimonio cultural: de Masaveu a los artículos de Trini Simó
La protección del patrimonio (en especial, el arquitectónico) fue uno de los grandes temas que interesaron a Trini Simó a lo largo de su vida. Da cuenta de ello los artículos que publicó en la prensa generalista y que ahora recoge el libro titulado ‘Escritos periodísticos de una mujer inconformista’.
On vous embrasse, Sieur Savall
Cuando apareció en el escenario, ayudado de una muleta, el público lo ovacionó como merecía: como alguien que venía a reconfortarnos luego de la desgracia del 29 de octubre pasado. Cuando el concierto acabó y los muchos aplausos amainaron un tanto, Savall tomó el micrófono y nos dio ese abrazo al que aludíamos con sus palabras de aliento. Nadie habrá hecho tanto por quitarnos la pena que arrastramos desde entonces.
Los años 80, ahí es nada
Repaso mis notas de lectura en torno a la década de los 80. Hay de todo: cultura, sociedad, economía, política. Si uno abre el foco y pega un vistazo a libros como el –muy visual– de Henry Carroll (‘Los 80. Historia de una década’, publicado por Lunwerg), se dará de bruces con el imaginario popular de la época: los anuncios de Benetton del fallecido Toscani; los videojuegos que empezaban a despuntar, como Pacman; el mobiliario posmoderno de Memphis; la guerra fría (al menos hasta 1989); el álbum ‘Thriller’, de Michael Jackson; los rostros de nuevo conservadurismo: Thatcher, cómo no; pero también el inefable Donald Trump. Y el acid house. Y el sida.
Simone Weil y Unica Zürn, remedio contra el dolor
De un modo u otro, desde el cuento o desde la anotación corta, Weil y Zürn escribieron en torno al dolor y a la desgracia. Su experiencia nos ayuda a sobrellevar la tristeza causada por la terrible dana del pasado 29 de octubre que han padecido tantas y tantas personas y que, conocidas o no, nos resultan cercanas. Demasiado cercanas.
El Ventorro
El Ventorro no tiene Instagram ni una Estrella Michelin. Tampoco un sol y ni siquiera ondean en su fachada los reconocimientos de la crítica gastronómica local. Sin embargo, su ticket está a la altura de los Big Gourmand de València. Es un restaurante de producto, caro, donde lo mejor del mercado y la temporada se sirve a una mesa que pide según canta los platos Alfredo Romero, nieto de los fundadores de esta casa de comidas familiar abierta en 1967. Él es el artífice de un local que no se entiende sin su mando a partir de la década de los 90.
Entrañable pijería patria
Hace unos días empecé a escribir otra de estas columnas espoleado por una noticia que me puso de buen humor. No la encuentro (o prefiero no encontrarla: a menudo dejo sin publicar los textos más ácidos). A lo que iba: en septiembre aparecerá la historia de los pijos en España. Cuando me enteré, me imaginé muerto de la risa en el acto mismo de la lectura.
Mods en Valencia, circa 1995
Hace unos años intenté escribir un relato corto, apenas unas decenas de páginas, a partir de unos recuerdos y de unas músicas concretas; de un periodo de mi vida. Me costó lo indecible. Y aun así el resultado no valió la pena. No hubo manera de tomar distancia. Aunque hace mucho tiempo que no veo siquiera a las personas con las que conviví durante aquella época, todavía hoy escucho las músicas que compartimos (porque de eso se trataba: de compartir unas músicas determinadas y una cierta, peculiar, amistad, y fanzines, claro, como los que hacíamos nosotros mismos; como el magnífico Soul Time de Àlex Franquet y Ricard Prieto; o tantos otros).















